Techos, suelos y otros despropósitos. De Belén Zurbano B. para SevillaActualidad

En nuestra sociedad existe un archiconocido –ya por fin- concepto: el “techo de cristal”. Es un término de origen anglosajón acuñado en los años ochenta del siglo pasado y que posee una gran carga negativa. Toda la que le confiere el sentido metafórico de sintetizar cómo mujeres capacitadas y capaces no acceden a puestos de responsabilidad por un concepto equivocado de los roles de hombres y mujeres y las ¿cualidades? de cada sexo.

Belén Zurbano Berenguer.Esta semana se le ha concedido a la vicepresidente María Teresa Fernández de la Vega el primer Premio Techo de Cristal –qué habilidad tenemos de convertir las cuestiones controvertidas en premios- en la Universidad de Sevilla. El Consejo Social de la Universidad, con su vicepresidenta (a, femenino) y su vicerrectora de relaciones institucionales (mujer, también) estuvieron dando la cara ante una sociedad que sigue escamada por términos como el de igualdad. Dos mujeres ante una institución tradicionalmente masculina, ¿de verdad se han subvertido los papeles? ¿pero que creen que es Igualdad? Adelantamos algo: no es poner a dos mujeres al frente de un premio para mujeres.
Cuando los proxenetas son hombres y las putas mujeres –a las que por cierto ni caso queremos hacerles, porque “regular sería aprobar comportamientos indignos”, ja,- cuando cada 12 minutos se detiene a un hombre por violencia de género (Observatorio  de la Violencia de Género / Fundación Mujeres), cuando a Ségolène Royal le preguntaban que quién cuidaría de sus hijos, cuando a esa señora –y mayor, que doble mérito tiene- nuestra vicepresidente de la Vega le llaman pelopincho, momia, pollito y una serie de descalificativos que no está a bien reproducir, ¿de qué Igualdad estamos hablando? 
Pero no solo de techos insuperables malvive el sexo femenino, que va. Autoras como Trinidad Núñez (Universidad de Sevilla) y Lola Álvarez (Directora General de la Agencia EFE) han reflexionado acerca de otras realidades con nombres tan divertidos –y que esconden verdades tan crudas- como “suelo pegajoso”. Manera de explicar cómo desde el estado civil hasta el reproductivo afectan irremediablemente a la trayectoria profesional de las mujeres. A la de los hombres no. Qué curioso. Debe de tener algo que ver aquello que decían de “detrás de un gran hombre hay siempre una gran mujer”. Que plancha, alimenta, cría, educa y hasta aconseja. ¿Quién hay detrás de las “grandes mujeres”? Se hizo el silencio. La realidad duele.
Ante el demagógico debate sobre las llamadas “cuotas”, qué es realmente y cómo se logra la igualdad y la polémica paridad, las declaraciones de Inés París (presidenta de la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales, CIMA) son contundentes: “estoy de acuerdo con que el cine no debería tener sexo, pero los datos dicen que ser mujer te deja fuera de esta profesión o te relega a los puestos de maquilladora y peluquera”. Sólo un 7% de los directores de cine en España son mujeres. Y éste es sólo un caso más fruto de la educación recibida y los patrones culturales y sexuales que habitan en el imaginario social colectivo.
Pongamos los pies en el suelo –y esperando no quedarnos pegados-, dejemos de comprar patucos rosas y azules dependiendo de… ¡oh, sacrosanta igualdad echada por tierra al quinto mes de embarazo! Quinto mes en que se nos construye antes de “ser nacidos”. Aterricemos primero si queremos volar más alto. Como dijo María Teresa Fernández de la Vega al recoger su premio: “Si algo hemos aprendido después de tantas décadas de reivindicación de nuestros derechos es que no podemos dejar nada a su libre discurrir, porque los viejos surcos de la discriminación son más profundos que los nuevos cauces de la igualdad”.