Mi perplejidad está a mitad de camino entre el descontento con la gestión local de la capital hispalense y el profundo desprecio a quienes proponen soluciones a problemas comunes únicamente desde la perspectiva de su beneficio.

Acaban de delimitar (permítanseme los lapsos más o menos dilatados de tiempo dada la estación estival que vivimos) como zona azul una parte importante de la avenida Torneo y alrededores de la calle Resolana y el parque de los perdigones. Con verano y alevosía sí, que hay quienes se han ido de finde playero y al volver se han encontrado el coche encima de unas líneas azules que indican que hay que dejarse un buen pico por tenerlo estacionado en dicha posición.

Como ciudadana de a pie que no tiene cochera porque no se la puede costear y residente en el barrio al que han asediado a zonas azules me pregunto, le pregunto: señor Zoido, ¿qué hago con mi coche?

La zona parlamento-facultad de odontología es casi la única en la que hasta el momento podíamos aparcar los residentes en el llamado distrito-centro si no tenemos el lujo de poseer una cochera. Entre las pocas plazas, los muchos proletarios mileuristas que somos en el barrio, la cantidad de gente de otras zonas de la ciudad que viene a los bares y espacios al aire libre en Alameda-Parque de los Perdigones y los estudiantes a los que no se les permite el acceso al aparcamiento de la facultad, la lucha por el sitio siempre ha sido cruenta. Y es cierto que la zona ha sido tradicionalmente pasto de gorrillas, yonquis y personal en busca de unas perras con que ganarse la vida o consumirla, allá cada cual.

Pero, ¿de verdad es a los ciudadanos a los que se les ha ocurrido la brillante idea de que pongan zona azul para echarlos? Y utilizo el término con toda la carga peyorativa sabiendas de que es precisamente lo que persiguen, limpiar sus aceras de “indeseables” (por favor, entiéndase que no son mías las palabras sino fruto de ese ejercicio antropológico de escucha que practico diariamente: el cotilleo de barrio). Al problema que tenemos en el barrio, que no podemos negar que exista (pero no tanto por la existencia de aceras en las que aparcar los coches) los ciudadanos han decidido una medida taxativa: dejar sin los cuatro duros a quienes merodeen para quitarlos en de medio. Y colateralmente, a mí (y a muchos) sin aparcamiento.

En primer lugar, es una astucia y un acto de cinismo mayúsculo que el gobierno local se dedique a acatar medidas ejemplarizantes de ciudadanos más o menos acertados en sus análisis situacionales y sus propuestas (no consensuadas) de mejora. ¿O es que acaso la corporación sevillana también piensa que no ver es igual que no existir?

En segundo lugar, la medida no favorece nada más que a los que teniendo cochera eliminan de su paseo eventual a los incómodos gorrillas, que, por otro lado, ya se habían convertido en medio vecinos que no te sometían a un expolio diario como el de máquina de recaudación local. ¿O es que creemos que los que han reivindicado la zona azul van a aparcar allí sus coches?

Tercero, y con esto no culmina mi indignación aunque sí la columna, ¿qué quieren que hagamos con los coches? No es ya que los precios sean prohibitivos y que sea imposible pagar digamos unas 12 horas (lo que puede mediar entre ir al trabajo un día y el siguiente) sino que, sencillamente, es imposible porque cada dos horas hay que reanudar el pago. Los residentes, los domingueros, las familias que se llevan a los niños a la Alameda o la gente que acude a los teatros y salas de conciertos de la zona, ¿qué vamos a hacer? ¿Dónde metemos el coche?

#Zoidodóndemetoelcoche

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