¿Conocen un país en el que para estudiar idiomas haya que esperar una cola de seis horas a pleno sol? Sí: España. ¿Y una región? Sí: Andalucía. Y una ciudad: Sevilla.

Si hay algo que de verdad me molesta en la debacle que estamos viviendo es la denostación de lo público. Y en ello, políticos y gestores, en lamentablemente no pocas ocasiones, se dan la mano. Gracias a la denostación política de la cosa pública muchos ciudadanos están dejando de creer en ella, lo que abona el terreno para su destrucción masiva. Pero, en ello, no sólo tienen esta vez los políticos toda la responsabilidad. Algunos gestores también debieran preguntarse sobre ese granito de arena que aportan cada día para convertir las instituciones de todos en un saco bien podrido de ineficacias, supuestos fallos y ausencia absoluta de los más mínimos requisitos de calidad. Porque, aunque me fastidie, hay gestiones públicas que no podemos dejar de denunciar.

Puede parecer increíble pero no lo es. En el centro sevillano de la Escuela Oficial de Idiomas de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía cientos de alumnos han pasado los últimos días haciendo colas extraordinarias para conseguir matricularse.

Después de preinscribirse y hacer una prueba de nivel sorteando dificultades de toda clase (informaciones equivocadas en los teléfonos de atención sobre horas y días de determinadas pruebas o negación de que pudiese presentarse la documentación por registro: “no, tienes que venir”; a pesar de que no era cierto) los alumnos de la Escuela Oficial de Idiomas han tenido que personarse en “el centro” (aunque no hayan pasado de la ventana) para la matriculación. Hasta cierto punto (aunque ya podrían mirar un poco a la Universidad, que hace años que implementó ese sistema llamado “automatrícula”) esto puede ser razonable. No se han preocupado antes de ahorrar trámites y paseos a los usuarios y ahora con la que cae, cualquiera se pone.

Lo que no parece en absoluto admisible es que se haga acudir a todo el alumnado de la Escuela (de cualquier idioma y nivel, imagínense las hordas) a una ventanilla de atención que abre a las 08.30 para obtener un número con el pasar a hacer la matrícula a otra ventanilla a partir de las 10.00. Eso se traduce en una media de seis horas de espera, a pie quieto y a pleno sol en mitad de un septiembre sevillano donde, al lado del hospital Macarena, no es precisamente brisa lo que corre.

Desde las siete de la mañana había ya gente esperando, anhelando, obtener un número (tradicional pedazo de papel tintado) para iniciar otra cola de espera con la que por fin, poder matricularse. Y luego habría que hablar del “servicio de matriculación”. Para no pecar de franca dureza he decidido solamente mostrar las confortables instalaciones en las que se llevaba a cabo dicho procedimiento administrativo.

ventanilla-os

Lo mismo me he equivocado y se me ha olvidado volver de Marruecos.

Como ciudadana me pregunto, ¿es tan costoso establecer un sistema escalonado de matriculación? ¿Citar en diferentes días por idiomas, o por niveles? ¿Hacer servir de algo las indicaciones que en múltiples ocasiones han dado los alumnos en preinscripciones y demás sobre sus preferencias horarias? No tendremos dinero para sistemas informáticos ni tampoco personal suficiente, pero lo que sin duda no podemos permitirnos es dejar de tener cerebro para hacer las cosas con un poco de sentido común.

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