Ayer miles de personas de a pie nos reunimos en un acontecimiento único que no tenía nada que ver con el fútbol.

Ya echaba de menos las consignas y el ritmillo de los timbales. Para quien se ha criado entre el rechazo a la LOU y a Bolonia quizá pueda parecer una añoranza normal, mas es de justicia reconocer que ya era hora.

Mientras algunos siguen engrosando su porcentaje de beneficios anuales, otros continúan sumando meses en la lista del paro; mientras algunos siguen cobrando sueldos de escándalo y bonus ofensivos, otros aún no han encontrado su primer empleo; mientras algunos no quieren renunciar a viajar sólo durante unas pocas horas en clase preferente, otros han vuelto a casa de sus padres, aunque con descendencia incluida. No pretende sonar trágico, son las dos caras de una realidad actual.

El feroz Sistema de Mercado en el que vivimos se empeña en su tozudez: pretende asentarse entre nosotros convenciéndonos además de la necesidad de que así sea. Por la tan recurrente crisis se han cedido derechos sociales y se ha pervertido el concepto de la responsabilidad. Pero tras quizá más paciencia de la que el gobierno político se merecía, los ciudadanos hemos salido a las calles, nuestras calles, para decir que ya basta. Que hace falta una huelga general (de verdad), que no confiamos en nuestros representantes políticos ni sindicales, que no estamos de acuerdo con haber pagado a los bancos ingentes cantidades de dinero mientras seguimos sin saber cómo pagar la luz, que nos hemos dado cuenta del engaño de llamar ‘democracia’ a lo que han desposeído de su esencia fundamental.

Pues ya está, ya parece que la ciudadanía está empezando a despertar, o que ahora está empezando a demostrar lo harta que está. Por muchas manifestaciones más, por muchas consignas, por mucha lucha, y por muchas calles, ¡que son nuestras!. Salud, cambio y democracia real, ya.

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