sara iglesias 140416

Existen. No somos conscientes de que ya hemos caído en ellas, cuando ya estamos paralizados, y somos incapaces de tomar decisiones racionales por nosotros mismos, ni tampoco ser propietarios de nuestro destino. El dueño de estas esposas invisibles es el miedo.

“El miedo siempre está dispuesto

a ver las cosas peor de lo que son”

-Tito Livio-

Curiosamente, nacemos sin ellos, y a medida que vamos creciendo, van apareciendo paulatinamente.

Hay personas que defienden lo beneficioso que es el miedo. Son personas aferradas al “y si…”. ¿Y si salgo de viaje y enfermo?, ¿Y si me despiden del trabajo?. Siempre están pensado en lo peor que puede pasar en un futuro, en lo malo.

En lugar de poner “y sis” negativos, podrían cambiarlos por “y sis” positivos. Ganan exactamente lo mismo y posiblemente, su ceño esté menos fruncido.

El temor, la negatividad y el pesimismo son familiares muy cercanos.

En otros tiempos, el miedo, fue muy útil para la supervivencia de la especie, ya que alertaba a los habitantes de la prehistoria de posibles ataques de depredadores, de cambios meteorológicos peligrosos, etc.

Pero nada tiene que ver este uso antiguo con el que se hace actualmente del miedo.

A lo largo de los años, los humanos hemos comenzado a utilizar el miedo como un método para mover y moldear a las masas según el sistema o mandatario de turno.

El miedo a la pérdida de un empleo, del hogar, de la pareja; el miedo al que dirán, a la oscuridad o a la soledad, son algunos de los temores que nos inculcan y conllevan, en la mayoría de los casos, al pensamiento “mejor me quedo como estoy” o “mas vale lo malo conocido que lo bueno por conocer” en lugar de ser valientes, tomar el control y llevar a cabo un cambio.

En especial, y sin ningún tipo de duda, este puede ser la peor de todas las tipologías de miedo que hay: el miedo al cambio.

Somos cómodos por naturaleza. Preferimos lo malo a lo que estamos acostumbrados, a cambiar y encontrar lo bueno que nos espera.

En estos casos tenemos que ser conscientes y ser capaces de identificar cuales son nuestros miedos, para poder luchar contra ellos y tener el conocimiento de cuantas cosas nos estamos perdiendo por hacerle caso a esas angustias, la mayoría de ellas, irracionales, por nuestro afán de superación o por una mayor felicidad.

Por suerte, se nos brinda la oportunidad de poder elegir entre dos opciones:

Vivir como miedosos. Eternamente frustrados. Ignorando nuestras motivaciones, emociones y todo nuestro potencial. Viendo como se nos escapan oportunidades, que solo pasan una vez por nuestras vidas. En definitiva, mirando desde una ventanita como otros llevan la vida que quieren.

O, vivir como valientes. Siendo dueños de nuestra realidad. Dándonos el placer de tomar nuestras propias decisiones, sabiendo que si nos equivocamos, al menos, fuimos nosotros quienes lo elegimos, y si acertamos, pues todo el mérito será nuestro. Conociendo cuales son nuestras prioridades. Disfrutando y viviendo experiencias. Y aprovechando todas las oportunidades que en ese momento nos apetezca.

No existen en el mundo unas esposas mas fuertes que el propio miedo.

Nacida en Aracena, Huelva, siempre ha estado muy vinculada a la ciudad de Sevilla y su idiosincrasia particular. Se instala en ella hace nueve años para formarse como educadora en lenguas extranjeras....