Con el paso de las décadas, los ideales libertarios y anarquistas que un día sembraron de entusiasmo los espíritus oprimidos de buena parte de Europa fueron claudicando paulatinamente en su fervor inicial ante la implacable maquinaría capitalista que tantas promesas profería y tan pocos resultados brindaba. Un fingido bienestar que instalaba a la sociedad en una suerte de limbo consumista donde el proceso de adquisición y dispendio se reproducía en bucle. Hasta llegar finalmente a la época del desengaño, la inanidad moral y la insatisfacción endémica, precisamente allí donde deseaban que estuviésemos, en el más absoluto silencio de los hastiados.

Jesús Benabat. Sin embargo, cuando todo parecía perdido y la libertad se nos antojaba más una quimera que una realidad, comienzan a vislumbrarse incuestionables signos de movimiento, de inquietud y enfado; un fastidio latente que deviene en cólera indómita en los ánimos de ciudadanos que ansían despojarse de las mentiras de los opresores. La libertad como máxima irrenunciable, un anarquismo redefinido y adaptado a la naturaleza inherente de nuestro siglo que combate las injusticias desde las atalayas que provee la era digital.

Internet se mueve, y su instigador particular ya tiene nombre. Se hacen llamar ‘Anonymous’ y son un movimiento contestatario larvado en la red sin una ideología definida ni líderes que guíen sus acciones. El único leitmotiv que los inspira es la denuncia de la opacidad informativa del poder, entendido este como ente de difícil definición que va más allá de las tradicionales confrontaciones entre doctrinas progresistas o conservadoras. Y para ello actúan con toda la contundencia que las herramientas virtuales les permiten; bloqueando las páginas web de instituciones gubernamentales o empresariales  y concertando estrategias de forma conjunta a través de foros de discusión.

Lejos de constituirse como una mera anécdota de Internet, Anonymous ya cuenta entre sus hallazgos con la ‘Operación Payback’, por la que  atacaron los sites de PayPal, Amazon o MasterCard entre otras entidades tras retirar estas sus servicios a Wikileaks, la organización de Julian Assange; el colapso de las páginas web de algunos partidos políticos españoles, PSOE y CiU entre ellos,  antes y después de la votación de la Ley Antidescargas, más conocida como ‘Ley Sinde’; o la ofensiva contra las web del gobierno de Túnez tras la inmolación de un joven el pasado 2 de Enero en protesta a la paupérrima situación social del país.

Y es que la virtud primordial de este movimiento, lejos de constituirse como una organización jerarquizada o encauzada a una determinada finalidad, es su firme apuesta por la unanimidad de acción basada en el consenso tácito en torno a una serie de simples ideas, como la libertad sin cortapisas en Internet. Para ello, no son necesarios rostros, tan sólo una máscara común (curiosamente esta corresponde a la del personaje del cómic V de Vendetta de Alan Moore) con la que vertebrar una denuncia tan demoledora como necesaria.

La revolución social que un día se libró en las calles se traslada ahora al espacio virtual. Ya sólo resta saber si su capacidad para espolear las mentes cautivas de la ciudadanía será suficiente para remover los cimientos de un sistema anclado en la perduración del consumismo y la instigación militante a la indiferencia.

Artículo El País Somos Anonymous

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