El entusiasmo desatado a raiz de la eclosión de las nuevas tecnologías digitales y las plataformas de comunicación social en la red ha tendido a avivar una creencia, quizás apresurada, en torno a la omnipotencia de estas herramientas en la forja de un sistema informativo más abierto, democrático y horizontal. Fenómenos como la primavera árabe o el desarrollo de movimientos ciudadanos en otros lugares del mundo (el 15M es tan solo un ejemplo) corroboraron en parte esta esperanza de cambio para un mundo más descentralizado y justo.

Y allí estaba como gran abanderada la plataforma de microblogging más popular, Twitter. A partir de una férrea defensa de la libertad de expresión, sus responsables condenaron las trabas impuestas por algunos regimenes, como el egipcio, empecinados en obstaculizar el libre flujo de información emitida por sus ciudadanos hacia el exterior. Twitter era el impulsor de una suerte de Nuevo orden mundial de la comunicación.

No obstante, los acontecimientos parecen arrojar una realidad bien diferente. Y es que Twitter no deja de ser una empresa transnacional con intereses puestos en vastos mercados aún no explotados convenientemente que precisan de una actitud más conciliadora con los principios de sus rspectivos gobiernos. Así, a muchos sorprendió el anuncio realizado por la compañia el pasado mes de enero en el que se establecía un sistema localizado de censura adaptado a las legislaciones de los diferentes países, así como a su idiosincrasia cultural e histórica.

En resumidas cuentas, Twitter se plegaba a las exigencias de dictaduras internacionales de diversa índole para las que la libertad de expression y prensa es más un incoveniente reprimible que un verdadero derecho humano fundamental, tal y como establece la Declaración Universal de 1948. Así pues, ese hipotético poder de la red social como aglutinador de voluntades, devenido de igual modo en circunstancial actor politico, era silenciado subrepticiamente para la mayor gloria de los gobiernos, quienes a su vez dejarían de imponer impedimentos a la expansion absoluta de la plataforma de microblogging por sus areas de negocio (es el caso de China, por ejemplo).

No obstante, la capacidad censora de Twitter no se puede circunscribir a países con una legislación restrictiva respecto a los derechos de los ciudadanos. No debemos ir muy lejos para certificar este hecho y analizar cómo se suprimen cuentas de usuarios sin aviso previo, se restringen tweets o incluso se limitan trending topics en torno a temas espinosos que las autoridades no están dispuestas a tolerar (la polémica de Wikileaks fue un caso especialmente ilustrativo). De hecho, resulta muy fácil averiguar si Twitter está limitando tu actividad en el sitio: únicamente es preciso escribir en la barra de búsqueda «from:@usuario» y comprobar sit us tweets son públicos.

El ultimo hecho de esta larga cadena de circunstancias ha sido la censura sistemática contra las sucesivas cuentas de usuario del movimiento estudiantil #SevillaPara, quienes se han visto obligador a crear hasta 15 perfiles diferentes después de que la empresa borrara los anteriores sin aviso previo o explicación alguna. También se han visto afectados los tweets emitidos desde estas cuentas así como los trending topics relacionados con el movimiento. Sus components se han visto obligados a difundir un video en Youtube en el que denuncia la persecución sufrida por Twitter y la indefensión padecida.

Al parecer, la definitiva revolución social no se llevará a cabo en 140 caractéres, o al menos no lo hará bajo el holograma del pájaro azul. Otras plataformas de microbloging como identi.ca pueden suponer una buena alternativa a una empresa que parece primar la codicia de sus propietarios a la libertad de expresión de sus usuarios.