«Divulga que algo queda». Salvando la obviedad que supone el doble guiño de los enunciados- tanto del titular de esta primera entrega como del subtitular que nos ocupa, que ya ve es un remedo de la expresión sobre la calumnia del empirista inglés Francis Bacon-, y lo que de explícito tienen ambos acerca de su contenido e intención, salvando lo obvio digo, me presento ante usted para justificar la razón de este negro sobre blanco digital y periodístico. Y que en esencia no es otra que la de la misma divulgación científico-tecnológica, aprovechando para ello la ciudad. Dos territorios que muchos pueden considerar no ya separados -el de la ciencia y el del entorno urbano, como quien dice el de la vida de todos y el de todos los días-, sino sin nexos entre ellos, vamos, independientes. Algo que no tiene por qué ser así, supuesta hipótesis de partida, y de hecho no lo es, pretendida tesis a confirmar. Este es el fondo del asunto, dado el importante papel que ciencia y tecnología juegan en nuestras vidas, y lo mollar de lo que nos trae, más que nada por si no solo es cierto aquello de «divulga que algo queda», sino que además va y se cumple.

Paseo, ciudad y cultura. La idea que subyace es bien simple. Un sencillo paseo por cualquier localidad, junto a la lectura atenta de los nombres de sus monumentos, placas, calles, instituciones, plazas o edificios nos permitirán hacernos una noción sobre la historia y cultura de dicho municipio. No en vano buena parte de ellos tienen un carácter conmemorativo, o lo que es lo mismo, han sido elegidos para recordar a personalidades y sucedidos que se tienen, o se han tenido, por importantes para la colectividad. Se trata por tanto de una fuente de información, que de alguna forma posibilita medir ciertas variables culturales de la población ya que, es evidente, la elección de los mismos no se ha realizado de manera aleatoria, sino que responde, a la vez que representa, a señas culturales de la misma y de su historia. Unas decisiones que cada municipio toma, son proclama de lo que entiende por sus valores culturales e identitarios, y entre las que no resultan difícil de reconocer las relacionadas con la política, música, literatura, religión, arquitectura, pintura, historia o filosofía. Todas ellas actividades humanas que han dejado su huella urbana, bien en forma del nombre del personaje, la obra o el acontecimiento. Sin embargo.

Paseo, ciudad y ¿ciencias? Sin embargo, en el transcurso de dicho paseo, es probable que le pase desapercibido un detalle no fácil de observar y que, en mi opinión, es de una injusticia palmaria. Me refiero a la escasa representación que la ciencia, como particular campo de conocimiento humano, suele tener en nuestras ciudades, bien sea en forma del nombre del científico, la disciplina, el descubrimiento o el invento en cuestión. Una falta de presencia callejera que, por desgracia, es solo la punta de iceberg de un problema mayor con el que sin duda tiene que ver. Y que no es otro que el desconocimiento que la mayoría de la sociedad tiene sobre lo que son las ciencias en general, sus aportaciones y las personas que la han llevado a cabo. Un mínimo conocimiento de la misma que resulta fundamental e imprescindible, no solo para comprender nuestro pasado, sino para entender cómo cambian nuestras sociedades. No olvidar que la ciencia es el motor más importante para explicar cómo ha evolucionado la humanidad, cómo evoluciona ahora y cómo evolucionará en un futuro más o menos próximo.

De Ciencias por Sevilla. Yendo de lo general a lo concreto, como posible cienciaherido, ¿Cuántas calles, plazas, monumentos, placas, barriadas, instituciones o edificios recuerda que guarden relación con las ciencias en la ciudad de Sevilla? A bote pronto se me ocurren: Curie, Fleming, Demófilo, Torre del Oro, Albert Einstein, Machado, Colón, Atomium, Ramón y Cajal, Newton, Nicolás Monardes o Alfonso X el Sabio ¿Cuáles fueron sus méritos científicos? ¿Qué tipo de reconocimientos les ha tributado la ciudad? ¿Por qué se hizo? Voy acabando. Aunque en el fondo la naturaleza de estas entregas será interdisciplinar, seria y rigurosa, en su forma, sólo pretenderá ser divulgadora, divertida y amena, por lo que el lenguaje empleado será próximo, asequible pero inequívoco. Y es que, a pesar de lo que piensan algunos, «Divertido no es lo contrario de serio. Divertido es sólo lo contrario de aburrido, y de nada más», ya sabe, el católico británico G. K. Chesterton. Y acabo, dejándole con nuestro científico más conocido y reconocido internacionalmente, Santiago Ramón y Cajal, primer español laureado en ciencias al recibir el Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1906. Hace más de un siglo dijo aquello de ‘Al carro de la cultura española le falta la rueda de la ciencia’, y hoy día sigue siendo cierto.

Catedrático de Física y Química jubilado. Autor del blog 'Enroque de Ciencia' (carlosroquesanchez@gmail.com)