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Durante el franquismo hubo programas infantiles, pero no programación infantil. Los niños, considerados pequeños adultos, disfrutaban de la televisión en horarios limitados por una única cadena.

Por primera vez, una investigación ha analizado 112 programas infantiles que se emitieron de 1958 a 1975. La conclusión del estudio es que se intentó adoctrinar a los niños, al principio con sentimientos patrióticos y religiosos; y más tarde, centrados en la realidad socioeconómica del país.

La separata Vamos a la cama (1964) marcó un antes y un después en los programas infantiles. Hasta entonces se emitían en un contexto familiar. Con este anuncio, se estableció el límite de la presencia de los niños como espectadores, pero nada más: “Siguieron existiendo programas para adultos en el horario de tarde”, explica a Sinc María Antonia Paz, investigadora en el departamento de Historia de la Comunicación Social, de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid.

Los primeros programas destinados al público infantil se emitieron en función de la actividad escolar, es decir, los jueves y los sábados por la tarde, días en los que en algunos colegios los niños no tenían clase. Y no fue hasta 1964 cuando se incrementaron las horas de emisión de los programas infantiles a lo largo de toda la semana.

Programas infantiles a merced de la dictadura

Los diferentes tipos de programas que se emitieron durante el franquismo coincidieron en “el intento de adoctrinar a los niños como buenos ciudadanos”, subraya la profesora Paz. Según la autora, el catolicismo estaba presente de forma directa en Lecciones de catecismo (1959) o indirecta “en todos y cada uno de los formatos a través de parábolas, enseñanzas, recomendaciones, etc.”.

El patriotismo se divulgó a través de vidas ejemplares: “Españoles, del presente o del pasado, cuya trayectoria profesional o humana debía constituir un referente para todo buen español. No faltaron referencias que mostraban que lo español –inventos, deporte, música– triunfaba por todo el mundo”, añade la investigadora.

En esta época se mostró más tradición que modernidad, sin que esta faltara: música folk, fábulas, cuentos clásicos, canciones infantiles antiguas, bailes regionales, juegos tradicionales, circo, marionetas… “Era como si la televisión tuviese encomendada la misión de conservar y difundir todos los elementos de la cultura popular y cimentar la construcción cultural televisiva”, comenta Paz.

Esta y otras conclusiones se recogen en un estudio de María Antonia Paz, publicado en la revista European Journal of Communication, en el que se analizaron 112 programas infantiles y juveniles emitidos en TVE desde 1958 –cuando empezó a aparecer en prensa la información de la programación televisiva– hasta el 20 de noviembre de 1975 –después de morir Franco–.

De imitar programas radiofónicos se pasó a crear formatos nuevos para la televisión

Según el estudio, si bien el principal objetivo de TVE era entretener a los niños, no se perdía la ocasión de “educar” con algunos contenidos científicos y musicales. Pero los programas infantiles también preparaban a la audiencia para los cambios de índole económico que se avecinaban, como la industrialización y la urbanización, y cultural, con un cierto grado de liberalización al final del franquismo.

En 1959, comenzaron los programas infantiles con No apto para mayores, que se emitía los sábados. Recreo (1960) y Chavales (1961) obtuvieron más éxito y estuvieron destinados a divertir tanto a jóvenes como a adultos los jueves por la tarde. Sus protagonistas –Boliche y Chapinete–, que empezaron sus andaduras en la radio, triunfaron en televisión.

En esa primera fase, de 1958 a 1963, “los niños eran considerados gente menuda, adultos pequeños, y se les atribuían problemas pequeños y preocupaciones también pequeñas, pero, de alguna forma, como los que tenían los mayores”, recalca la catedrática María Antonia Paz. Poco a poco, los formatos se diversificaron: de imitar programas radiofónicos se pasó a crear formatos nuevos para la televisión.

A partir de 1964, el anuncio de 55 segundos de duración Vamos a la cama fue el que marcó la diferencia: los niños se convirtieron en audiencia diferenciada. En esa época se empezaron también a distinguir los programas por edades.Jardilín (1966-1968), por ejemplo, estaba destinado a los más pequeños. Para los adolescentes había dos tipos: los programas destinados a solucionar problemas a través del debate, como Habla contigo (1967-1970), que creó conciencia sobre los problemas religiosos, y los programas que ofrecían música moderna.

También hubo diferenciación entre géneros. Se emitieron programas para niños, como Santi, botones de hotel (1965) que era un joven intrépido, valiente y aventurero. Para ellas, Antoñita la fantástica (1967), “una niña moderna, preocupada por su aspecto físico, un poco ingenua y con la cabeza llena de fantasías”, describe la investigadora. A ellos se sumaron otras series extranjeras, como el western Bonanza, que fue la preferida de los niños de entonces.

El programa con mayor éxito y que se emitió durante cuatro años (de 1974 a 1979) fue Un globo, dos globos, tres globos. Con él y con Ábrete sésamodentro de su programación, la participación infantil alcanzó nuevos niveles. “Este y otros programas, como Con vosotros, constituyeron durante un tiempo la oferta diaria. La mañana con La Guagua y la tarde de los sábados siguieron siendo de los niños. Los domingos gozaban de prioridad las retransmisiones deportivas”, apunta Paz.

Según la autora, “estos programas constituyeron la primera y la única memoria televisiva de varias generaciones de españoles que se divirtieron y se educaron social, cultural y emocionalmente con estos programas, sus presentadores y sus personajes”.