Blas Infante fue asesinado por golpistas al poco del inicio de la Guerra Civil./Sevilla Actualidad

Nacido en Casares, municipio perteneciente a la provincia de Málaga, el 5 de julio del año 1885, Blas Infante Pérez de Vargas es el ideólogo del andalucismo, corriente nacionalista de esta comunidad autónoma. Además, también hay que señalar su faceta de notario, historiador, antropólogo, musicólogo, escritor y periodista. Hace 77 años, la barbarie acabó con su persona, pero no con su figura.

En el kilómetro cuatro de la carretera de Sevilla a Carmona, un hombre recita una especie de oración. Se ha visto arrancado de la calidez  y tranquilidad de su hogar en Coría del Río en la madrugada del 10 al 11 de agosto de 1936. Sabe que va a morir ejecutado por unas manos golpistas, sin ningún tipo de juicio ni sentencia, pero sin embargo conoce su pecado: formar parte de una candidatura revolucionaria que se significó como propagandista de un partido regionalista andaluz.

Blas Infante Pérez de Vargas nace en Casares, Málaga, hijo de Luis Infante Andrade, un abogado perteneciente al juzgado de dicha localidad; y de Ginesa Pérez de Vargas, proveniente de una familia de labradores de clase media. Es esta influencia materna la que le hace preocuparse por el estado de vida del campesinado andaluz, el jornalero que pasea su hambre por Andalucía.

En 1906 se licencia como abogado en la Universidad de Granada y empieza a trabajar como notario en Cantillana, provincia de Sevilla. Es cerca de la capital hispalense cuando comienza a teorizar toda su ideología. Su ideario político se basa en la defensa del andalucismo y la denuncia de las diferencias existentes entre Andalucía y el resto de provincias que forman la geografía española.

Valores, pensamientos e ideas para cambiar el status quo se ven reflejados en su obra más importante: ‘El Ideal Andaluz’. Allí explica su visión personal de la historia y problemas andaluces. Y lo hace como un periodista que recopila información para un reportaje. Así, Blas Infante se convierte en reportero y viaja por toda Andalucía para intentar comprender y dar explicación a la indiosincrasia del lugar. Habla del «genio» andaluz, una característica que nos hace únicos y diferentes al resto del mundo. Sin embargo, la suya es una visión humanista de una Andalucía para sí, para España y para la Humanidad.

Creador de los símbolos andaluces

Lector voraz y gran conferenciante, se han editado 14 obras suyas, pero aún sin editarse existen más de 3000 manuscritos de su puño y mano. Manuscritos donde pide más igualdad, más libertad y más fraternidad para los habitantes del sur de España. Su primer gran paso para la consecución de estos hechos fue la celebración de la primera asamblea regionalista andaluza en la malagueña ciudad de Ronda en 1918, donde se aprueban el escudo con el mítico Hércules triunfante tras superar una de sus pruebas en la Gades fenicia y la bandera con los colores omeya y almohade, siete siglos de influencia directa.

Su trayectoria como político no goza de los mismos éxitos. Por los motivos que fueran (fuerte presencia del caciquismo en la región, poca conexión con la clase trabajadora andaluza, boicot desde las esferas centrales de la nación española…) el andalucismo nunca es refrendado en las urnas. Pese a ello, el ideal de Infante no cesa y en 1919 firma en Córdoba el Manifiesto Andalucista donde se reconoce a nuestra comunidad autónoma como una nacionalidad histórica en una España federal. Primeros pasos para que nuestra tierra se libere de la oscuridad y se ponga al mismo nivel que otras.

El andalucismo intenta desarrollarse, crecer y reproducirse por toda nuestra tierra. Blas Infante investiga nuestro pasado e inicia contactos con otras regiones  con las mismas inquietudes y deseos que consiguen ser reconocidas, como Cataluña o Galicia. Añade además otro símbolo para que se perpetue en el futuro de Andalucía: el himno basado en los cánticos de los jornaleros que oye en Cantillana durante las labores del campo.

Una bala en la madrugada

El cúlmen del movimiento parece verse en 1933 en la califal Córdoba donde se aprueba el anteproyecto del Estatuto de Autonomía, que pondría a Andalucía en el mismo nivel que Cataluña y País Vasco. Tres años después, durante una asamble celebrada en Sevilla, Blas Infante es aclamado como presidente de honor de la Junta Regional de Andalucía. Pero es en ese mismo aciago año cuando ocurre el Golpe de Estado que deriva en la Guerra Civil Española.

Por ello, la oración que Infante exhala antes de morir parece que no está dirigida a ningún Dios, sino que entre murmullos, parece decir: «Viva Andalucía libre». Casi leve, apenas un susurro, pero que se convierte de manera automática en un grito a viva voz que se oye desde Huelva hasta Almería y se oye todavía hoy en día. Después, la descarga fatal y un cuerpo que cae en la carretera en una fría madrugada. De eso hace ya 77 años. Blas Infante fue una de tantas víctimas de uno de los episodios más oscuros que podemos recordar de nuestra Historia. Pero siempre quedará su grito.

Grito que aún sigue vivo gracias a la labor de su hija María de los Angeles con la fundación que lleva su nombre. Y por fin, grito que se transformó en un estatuto en aquel año de 1980, cuando la población pidió y se le concedió. Y en ese mismo estatuto se reconoce a Blas Infante como “Padre de la Patria andaluza”, al ser quien más estudió sobre ella, quien más escribió ella y quien más investigó sobre ella. Por su amor a esta tierra, y por ese amor, debe ser recordado por todos nosotros.

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