Manifestación del 15-M en la Plaza de la Encarnación (Sevilla) / Pablo F. J. (Creative Commons)

Este 15 de mayo se cumple diez años del movimiento 15-M. Fue en el año 2011 cuando el descontento por la crisis social y económica que se desató en 2008 provocó que miles de ciudadanos, sobre todo jóvenes, salieran a la calle a protestar por la falta de respuesta de las instituciones a sus necesidades.

Los efectos de la crisis financiera de 2008, originada por la especulación bancaria que provocó la explosión del mercado de la vivienda en Estados Unidos, tuvo un impacto a nivel mundial en diversos aspectos. Las consecuencias económicas, políticas y sociales se unieron a la necesidad de que los gobiernos rescataran al sector bancario para salvar al sistema de la bancarrota.

El desempleo, las desigualdades sociales y otras cuestiones hicieron que el descontento entre la población fuera en aumento y con ello se extendieran las manifestaciones en todo el mundo. En España tendrían su máxima expresión con el movimiento 15-M,  durante el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero.

Los efectos de la crisis del 2008 que aún perduraban en el país, unido al hartazgo político hacia un bipartidismo representado por PSOE y PP y que no actuaba conforme a muchos de los intereses de la sociedad española, fueron las principales circunstancias que provocaron la salida masiva de buena parte de la población a las calles.

El impacto previo a las elecciones municipales

La eclosión del movimiento, hace ahora diez años, tuvo lugar una semana antes de las elecciones municipales de mayo, por las que el mapa político español se tiñó prácticamente de azul en su totalidad. El Partido Popular obtenía unos buenos resultados frente a un PSOE debilitado por una crisis que había afectado a todos los países del mundo, pero no por igual, siendo los del sur los que saldrían más damnificados por la recesión, tal y como se dejaría ver años después.

Carteles con motivo del 15-M en Setas de Sevilla (2015) / Ana Ordaz

El 15-M se constituyó como un movimiento que pedía más democracia, una mayor representatividad de la ciudadanía en las instituciones y cambios en la economía para no favorecer a los “poderosos”. Las principales ciudades de todo el país fueron objeto de movilizaciones y acampadas durante días, como fue el caso de Sevilla, convocadas por plataformas ciudadanas como Democracia Real Ya.

En su manifiesto, la organización hacía hincapié en una serie de “prioridades” como “la igualdad, el progreso, la solidaridad”, entre otras. Asimismo, abogaba por el derecho a la vivienda o cuestiones como la salud y la educación, al tiempo que mostraba su desencanto por “el ansia y acumulación de poder en unos pocos”. Esto último había llevado a la “desigualdad, crispación e injusticia, lo cual conduce a la violencia, que rechazamos”, aseguraba. Con dicha proclama el movimiento hacía un llamamiento al pacifismo y a la participación mediante la protesta.

Este no pasó desapercibido, y a pesar de los aislados incidentes con la policía y algunos comerciantes, supuso un punto de inflexión a nivel nacional, dando altavoz a una sociedad que pedía a gritos un giro en la política que se llevaba practicando durante años, y que había conllevado el desmantelamiento del estado del bienestar en España y otros países del mundo.

Utilización partidista del movimiento

Sin embargo, los propios partidos políticos vieron en el 15-M una oportunidad para conseguir rédito electoral, tanto en el momento en que este se inició como años más tarde. En 2011, el propio gobierno de Zapatero tendió la mano al colectivo para abarcar ciertas propuestas.

Mientras, el PP se ofrecía como la opción para aquellas personas desencantadas con el gobierno socialista. Sin embargo, desde las filas populares se veía a las protestas con recelo. El futuro ministro de Educación y Cultura del nuevo gobierno popular, José Ignacio Wert, era ejemplo de ello. En un artículo firmado para el diario Sur titulado Preguntas sobre la indignación, analizaba el movimiento y aseguraba que los “remedios” que proponía se trataban de “una papilla de anarco-comunismo iletrado”.

Por su parte, el coordinador general de Izquierda Unida, Cayo Lara, alentaba a que se mantuvieran las manifestaciones e identificaba a su formación como parte del 15-M, pues este tenía «la mochila llena de indignación histórica».

El nacimiento de Podemos

Asimismo, las consecuencias políticas del movimiento no fueron baladí y se asumieron en el ideario político a partir de ese mismo año. Una de las más destacadas fue el nacimiento de Podemos en 2014, formación heredera del espíritu del 15-M liderada por Pablo Iglesias, que cosechó 5 diputados en las elecciones al Parlamento Europeo de ese año.

Desde entonces, y en base también a una mayor proyección mediática, el partido morado se posicionó como una alternativa seria dentro del espectro político, cuyo carácter sería «ciudadano» y no basado en una ideológica concreta.

Su éxito quedó constatado en las numerosas alcaldías que logró en las elecciones municipales de 2015, con ediles como Ada Colau en Barcelona o José María González «Kichi» en Cádiz, cuyos pactos de gobierno fueron principalmente de la mano del PSOE y representaban la entrada del movimiento 15-M en las instituciones.

Igualmente, en las elecciones generales del 20 de diciembre de ese mismo año, la formación morada más sus coaliciones en otros territorios del estado (Galicia, Cataluña y Valencia), obtuvieron 69 escaños en un parlamento muy fragmentado. Se rompía así con el bipartidismo que se instauró desde la llegada de Felipe González a la presidencia en 1982, y comenzaba una dinámica de pactos entre las distintas fuerzas del hemiciclo que se ha mantenido vigente hasta ahora.

Se frustra la formación de un gobierno progresista

El bloqueo político provocó la repetición electoral el 26 de junio de 2016, beneficiando en mayor medida a un Mariano Rajoy que formaría finalmente gobierno gracias al apoyo de Ciudadanos, Coalición Canaria y los habituales socios del PP (UPN y Foro Asturias), así como la abstención de todos los diputados del PSOE menos 15, en el marco de la crisis por el liderazgo que atravesaba la formación en aquellos momentos.

Esta vez, y tras la presión de Alberto Garzón, líder de IU, se llevó a cabo una coalición de izquierdas con el partido de Iglesias que concurrió bajo la denominación de Unidos Podemos, y que obtendría 71 escaños en el Congreso. Se mantenía así como tercera fuera parlamentaria y no perpetraba el tan anunciado sorpasso al PSOE, lo que a juicio de sus propios integrantes supusieron unos resultados lejos de los esperados.

La sentencia del Tribunal Supremo sobre la trama Gürtel, que confirmaba que el Partido Popular se había beneficiado de esta red de corrupción, dio alas a una moción de censura presentada por el PSOE contra el ejecutivo de Mariano Rajoy.

La iniciativa contó con el apoyo de Unidos Podemos y partidos de carácter autonómico como ERC o PNV, así como otros minoritarios. Era la primera vez que en la historia de España salía adelante una moción de censura. Así, Pedro Sánchez pasaba a ser presidente del gobierno con el PSOE como único partido de este y dependiente de sus socios de investidura.

La formación morada atravesó una serie de convulsos procesos internos que acabaron con Íñigo Errejón dejando su acta de diputado para centrarse en los proyectos de Más Madrid y posteriormente Más País. Con la celebración de nuevas elecciones en abril de 2019 la coalición de Podemos-IU, ahora bajo el nombre de Unidas Podemos, quedaba con un total de 42 escaños, y no conseguiría sacar partido a su apoyo externo al gobierno minoritario de Pedro Sánchez.

A pesar de que los números hacían factible un gobierno progresista, las desavenencias entre PSOE y Unidas Podemos tumbaron esta posibilidad. Los socialistas eran partidarios de un gobierno en minoría cuya base debía partir de un acuerdo programático con los morados, a la vez que Unidas Podemos demandaba entrar en el ejecutivo para llevar a cabo sus propuestas. Mientras, la ultraderecha llegaba a la Cámara baja con 24 escaños.

Entrada de Unidas Podemos en el gobierno

La falta de entendimiento entre ambas formaciones provocaría la repetición electoral en noviembre, y conllevaría una bajada aún mayor de un partido que estaba llamado a cambiar la política nacional en representación del 15-M. Así, este quedaba con 35 escaños, una proporción exigua en comparación con las expectativas que había despertado en sus primeros años.

Tanto PSOE, que se mantuvo como primera fuerza con 120 escaños, como Unidas Podemos pactaron un gobierno de coalición y dejaron de lado las disputas, pues las elecciones no beneficiaron a ninguno de los dos partidos y sí a la ultraderecha representada en VOX, que ahora conseguía 52 escaños y se asentaba como tercera fuerza parlamentaria.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en el Congreso para la firma del acuerdo de gobierno entre PSOE y UP / TVE

De esta forma, el principal brazo político del 15-M llegaba a convertirse en fuerza de gobierno y constituía junto al PSOE el primer gobierno de coalición desde el retorno de la democracia a España. Habiendo cumplido más de un año de legislatura, el ejecutivo ha tenido la oportunidad de aprobar la subida del Salario Mínimo Interprofesional o una nueva ley de educación, la Lomloe (Ley Orgánica de Modificación de Ley Orgánica de Educación).

A su vez, el gobierno ha tenido que hacer frente a la crisis sanitaria mundial provocada por el coronavirus, así como a los múltiples choques entre los ministerios que lidera cada una de las formaciones. A pesar de los diferentes roces, desde los propios ministros hasta el presidente se ha subrayado constantemente que la coalición agotará la legislatura.

Apenas una semanas antes de cumplirse una década de aquel movimiento, uno de sus líderes ha terminado dimitiendo como vicepresidente del Gobierno y ha dejado la política tras el batacazo electoral en Madrid, donde Unidas Podemos ha sido última fuerza.

«A día de hoy, creo que no contribuyo a sumar, no soy una figura política que pueda contribuir a que en los próximos años nuestra fuerza política consolide su peso institucional», ha expresado Iglesias.

Otros movimientos sociales internacionales

El 15-M fue uno de los precedentes de la ola de protestas que se dieron a nivel mundial el 15 de octubre de 2011, convocadas por otros colectivos de nueva creación. En el ámbito internacional hubo movimientos similares según el contexto de cada país, como Occupy Wall Street en Estados Unidos, que pusieron el foco en la «avaricia» del sistema financiero estadounidense en detrimento de la calidad de vida de la ciudadanía.

Un ejemplo más reside en las manifestaciones estudiantiles en Chile contra la privatización del sistema educativo. Esta dinámica, que había comenzado con la dictadura de Augusto Pinochet y que se había mantenido hasta entonces, provocó la reducción de centros públicos y una mayor dificultad de acceso de las clases menos pudientes a la educación. De esta forma, el descontento social provocó la salida de miles de estudiantes que exigían un cambio radical de dicho modelo.

El grado de movilización conseguido para este tipo de iniciativas fue gracias en buena parte a la difusión que lograron vía redes sociales, sobre todo en el caso de Twitter, así como las páginas web creadas desde las propias organizaciones que promovían las protestas.

Periodista. Actualmente cursando máster de Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla.