Ante todo decir que esta historia por surrealista que se pinte, es más verdá que verdá.

Moe de Triana. De siempre por Nochebuena, en mi casa es tradición salir desde el mediodía y almorzar con los amigos y agregados, para luego juntarnos al caer la tarde con la intención de tomarnos unas copitas antes de tirar a casa de mis abuelos a cenar.

Aquel año llovió, y nos enredamos lo que no estaba en los escritos, se nos unieron unos amigos, y caimos en un pub en el que montamos una juerga flamenca de las de categoría entre copas y cantes. Cuando la hora se nos empezó a echar encima, decidimos partir hacia la cena, aunque antes, mi tía, que siempre prepara una empanada para la ocasión, me dijo:

– Quillo loco, vente conmigo y me ayudas a recoger la empanada pa meterla en el coche, que yo sola como que no puedo.

Sin más pusimos rumbo hacia su casa con total normalidad, pero cuando llegamos a su portal algo nos dejó perplejos. Una caja con un pavo en el escalón de la entrada. Nos quedamos mirándolo extrañados entre carcajadas:

– ¿Qué hace un pavo aquí, caraho?

A ve, tiéntalo.

– Esta aún caliente, lo han debido de matar hace poco.

Po como bajemos con la empanada y siga ahí, nos lo llevamos pa la cena que verá tu el cachondeo.

Dicho y hecho, cuando bajamos con la empanada seguía allí, tieso en su cajita, a la espera de que alguien lo quitara de ese frío escalón de mármol, así que en cuanto metí la empanada en el maletero, le eché mano al pavo y lo introduje tambien dentro del coche.

La estampa al llegar a la cena se la pueden imaginar. Mientras se ultimaban en la cocina los preparativos, nos colamos sujetando el pavo con las alas abiertas e imitando su sonido:

– ¡Glu, glu, glu, glu! ¡Glu, glu, glu, glu!

Tras contar a todos los presentes la historia de su procedencia, mi abuela, ni corta ni perozosa, se arremangó, y se dispuso a hervir agua para pelar al pavo en la bañera con la intención de dejarlo preparao para ser guisado, ante las carcajadas de todos los presentes, que una y otra vez nos pedian entre brindis que contáramos cómo nos lo habíamos encontrado.

Pero lo mejor no viene aquí, que va, lo mejor fue la conversación que a la mañana siguiente tuvo mi tía con una de sus vecinas:

– ¿Qué pasa hija, cómo van las navidades?

Po Juani, aquí andamos que voy a bajar por pan y tiro pa almorzar con la familia, que anoche cenamos y hoy nos toca almorzar.

– Ojú niña, po te tengo que contar lo que me pasó anoche.

– ¿Qué te pasó?

– Pues pasó que como todos los años, me regalaron una caja de papas y un pavo, los dejé en la puerta de fuera pa subirlos, y mientras subía la caja de papas, se llevaron el pavo. ¿Tú te cree? Qué poquísima vergüenza…

A lo que contestó mi tía con total rotundidad:

– La gente ya no respeta ni la Navidad, qué plan.

No veais ese día de Navidad cómo cayó el puchero hecho con el pavo, demaravilla.  La vecina, por supuesto, no sabe nada sobre lo que verdaderamente sucedió esa noche, así que si la ven no vayan a decirle nada, pordió.

Hoy, por estar la Virgen en monitores, os invito a otra, que tampoco tengo prisa por cerrar a mediodía.

Felices pascuas a todos.

www.SevillaActualidad.com