paco ramos 05octubre16

Toda vida humana es susceptible de habitar distintos mundos, a lo largo de su recorrido, que acaban imponiéndose unos sobre otros. En mi experiencia personal, siempre corta, yo también he habitado mundos propios de los que a menudo fui salvado por amigos.

Digo esto porque durante estos días he tenido el privilegio de compartir hábitat con Manuel González, un poeta nacido en San Sebastián pero afincado en Valladolid que acaba de publicar con la editorial Renacimiento su último poemario, Etapas, y que ha estado presentando por tierras gaditanas esta semana.

Manuel no oculta, sino todo lo contrario, que su poesía es abiertamente autobiografista. Su poemas tienen el exquisito gusto de lo sencillo y la precisión de un lenguaje exacto que no requiere de filigranas para mostrarnos el mundo propio que conforma su obra, un lugar tan bello como inmisericorde.

Tiene el poeta la mirada clara y el gesto agradecido del que camina de alguna forma a gusto con la vida. Su intención en este libro era reconciliarse consigo mismo –afirma-, aunque dicha reconciliación, más que con su propia persona, se dirija a unas circunstancias plenamente adversas que coartaron su derecho de ser niño. Al calor de las tapas y el vino, Manuel González nos habla de su crianza en una casa cuartel de la Guardia Civil de un pueblo en el País Vasco durante una época que tristemente se dio a llamar ‘Los años del plomo’. Es cuando la mirada serena del poeta se vuelve más seria, o, mejor dicho, más grave, y empiezan a desfilar sobre la mesa recuerdos de una infancia que nadie debió merecer. Habla de sus primeros contactos con la literatura leyendo libros bajo las mantas y alumbrándose con una linterna porque la luz de las ventanas de aquella casa cuartel debían estar siempre apagadas para que no se convirtieran en el objetivo de aquellos que sembraban el terror tras las muros que protegían la vida.

Un hombre siempre pasa, si el orden natural de las cosas no lo impide, por las mismas etapas: infancia, adolescencia, edad adulta, madurez y ancianidad; pero qué distintas pueden ser y qué distintos los mundos. Menos mal que de todos ellos siempre nos salvan los amigos y las personas que como Manuel González son capaces de convertir la dura piedra del horror en hermosa flor de materia poética.

Nace en Cádiz en 1981 y estudia Filología Hispánica entre la UCA y la UNED. Actualmente dirige los talleres de Escritura Creativa de El fontanero del Mar Ediciones. Organizador del festival poético...