paco ramos 060416

Recuerdo que hace tiempo, un antiguo compañero de trabajo contaba los días que le faltaban para jubilarse, desde, al menos, un par de años antes.

A la vez que esperaba con anhelo que llegase aquel día, de vez en cuando lamentaba el trabajo de los jóvenes y repetía continuamente su propio sentir manifestando que la empresa se vendría a pique en nuestras manos.

Desde hace algún tiempo no dejo de observar cómo en los círculos literarios se despotrica al respecto de la poesía joven y los jóvenes poetas. Sus críticas tienen parte de razón. La eclosión del fenómeno de las redes sociales en la literatura ha generado un tipo de publicación que simplemente se basa en la cantidad de seguidores que son capaces de mover, a menudo a través de escritos llenos de obviedades, carentes de ingenio u originalidad y, en el caso de lo que se empeñan en llamar poesía, faltos de ritmo y musicalidad. Ya hace tiempo manifesté que ese tipo de publicaciones quizás necesitaran de la aparición de un nuevo género literario, pero que no podían ser etiquetados como poesía. Ni deberían.

Sin embargo, lejos de twitter y facebook, y fuera del alcance de antologías que usan el criterio de promocionar a autores a quienes les interesa poner en la palestra, en la poesía joven también existen poetas que trabajan concienzudamente su formación y sus textos, autores de gran valía cuya visibilidad no es todo la que se debiera, porque es un error pensar que toda la poesía es la que aparece en twitter o todos los poetas son los que salen en antologías. Y no, lo más seguro es que no hayamos buscado demasiado.

Ya ven, los mensajes catastrofistas sobre la poesía joven me recuerdan a mi antiguo compañero de trabajo vaticinando la caída de la empresa. Dicho sea de paso, recuerdo con especial ternura cuando le llegó su carta de jubilación y entonces se arrepintió de todas las cuentas que había hecho porque de repente su cabeza pensó que la jubilación era algo así como considerarlo inútil para la vida activa. Lamentó haber querido jubilarse e incluso sintió deseo de seguir trabajando.

Puede que la vieja guardia de la poesía también sienta que pronto llegará el fin de su especie, que se vea relegada de las primeras páginas y aludan entonces a un empobrecimiento del verso, una caída en la calidad de los textos poéticos, una merma irreparable en la cultura.

Hace unas semanas aparecía un artículo sobre Francisco Brines que se titulaba ‘Los alumnos aventajados de Francisco Brines’ y, entre otros, aparecía Carlos Marzal, todo un premio nacional de poesía que confiesa haber nacido al abrigo de Brines.

Cuando veo los ataques a la poesía joven pienso en la poca dignidad con que algunos abandonan su poltrona y los pocos Brines que, por desgracia, quedan para ejercer de maestros.

Nace en Cádiz en 1981 y estudia Filología Hispánica entre la UCA y la UNED. Actualmente dirige los talleres de Escritura Creativa de El fontanero del Mar Ediciones. Organizador del festival poético...