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Leer a Pepe Hierro siempre es una experiencia de vida. Dice el poeta:

“Nada en orden. Todo roto,
a punto de ya no ser”.

Nos engañaron. El mundo no es un lugar seguro. Perdemos el tiempo de la niñez y la juventud estudiando, formándonos para ser algo que nosotros nunca nos planteamos: hombres de provecho, de provecho para una sociedad que en la edad adulta sigue ahogando la vida a base de obligaciones. Llega el trabajo, los horarios, las imposiciones. Y un día el suelo tiembla, se abre una oquedad, un agujero negro por el que todo lo que hemos construido cae de repente hacia el vacío, nos envuelve la oscuridad del pozo y entonces sabemos que no, que a pesar de lo que nos dijeron, el mundo no era un lugar seguro, que malgastamos la existencia en imposiciones de rebaño sin saber que la vida andaba en otra parte. 

Responde de nuevo el poeta: “siempre tendremos el presente roto por aquel momento”. Porque pasado y futuro no existen más que como tentaciones. Los animales y los niños nos enseñan que la felicidad es abrazar el momento, no tienen consciencia de otro estado que no sea el ahora. Porque hay quien nos dijo una vez que cualquier tiempo pasado fue mejor y a veces perdemos la paciencia esperando un futuro que no llega, no apreciamos el instante, ese hoy del que sangra la herida que siempre estuvo abierta por aquel momento en el que caímos al vacío.

Reconstruirse. Renacer. ¿Pero cómo hacerlo si somos individuos de memoria imposible de resetear?

A pesar de los años de colegio, de instituto, de formación universitaria, másters, experiencia en el currículum… a la sociedad se le olvida educarnos en la muerte. Tiende a ocultarla, a que incluso los niños no la conozcan, que ni siquiera estén presentes cuando llega un momento fatídico, que no exista. El ser humano debe saber que todo se acaba, que la vida es una constante sucesión de momentos que llegan y se pierden, un eterno proceso de adaptación y convivencia con las circunstancias que le toca vivir y que en demasiadas ocasiones escapan de su propio control. Porque convivir no quiere decir escapar de lo que duele, sino enfrentarlo. Tenemos demasiado miedo a mirarnos al espejo y ver realmente quiénes somos, de qué estamos hechos. Pero hemos de hacerlo.

Saborear la vida es disfrutar de este preciso momento en que lees en calma lo que un tipo que no conoces de nada escribe en Sevilla Actualidad, mientras humea la primera taza de café de la mañana llenando la habitación del suave olor que nos lleva a nuestra infancia.

Viktor Frankl, sobreviviente del holocausto nazi, prisionero de los campos de concentración de Dachau y Auschwitz, afirmaba en El hombre en busca de sentido que incluso en las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento el hombre puede encontrar una razón para vivir. Pepe Hierro, volvemos al poeta, escribió Alegría después de sufrir la cárcel y la represión del régimen franquista y pese a tener “el presente roto por aquel momento” o “Nada en orden. Todo roto a punto de ya no ser”, pero finalizó el poema con: “toco la alegría, porque aunque todo esté muerto yo aún estoy vivo y lo sé.”

La poesía de Hierro es la muestra de una existencia consciente, plena, y así debe ser la vida porque no tendremos otra oportunidad sobre la tierra.

Nace en Cádiz en 1981 y estudia Filología Hispánica entre la UCA y la UNED. Actualmente dirige los talleres de Escritura Creativa de El fontanero del Mar Ediciones. Organizador del festival poético...