paco ramos 10feb2016

No es tan difícil convivir manteniendo ideologías distintas con las personas que nos rodean.

Desde las elecciones del 20-D y los intentos de formar gobierno, la política y las apariciones públicas han recrudecido sus mensajes alimentando el tan destructivo tópico del “divide y vencerás”. Asisto con asombro a los arduos enfrentamientos que se producen en las redes sociales entre ciudadanos que defienden a capa y espada argumentarios que poco o nada afectan a su vida diaria, influidos por la ceguera de un líder o un partido que previamente han endiosado. Cualquier líder y cualquier partido.

Es digno de lástima ver cómo el sentido común ha quedado relegado a los pies de los caballos y entramos al trapo de aquellos que propician el enfrentamiento alimentado por unos voceros destinados a ese fin sin la más mínima sensibilidad a las consecuencias que podrían provocar dichos enfrentamientos entre conocidos, amigos, familiares y sociedad en general.

Declaraciones incendiarias, amenazas, mensajes catastrofistas asemejando nuestra actualidad política con el inicio de los conflictos en los Balcanes, en Ucrania o en los albores de la España de la Guerra Civil. Cualquier tema que origine opiniones dispares se convierte en una afrenta de unos con otros. Perdemos tolerancia, respeto y convivencia a pasos agigantados. Y seguimos sin ver que es un hecho provocado, que en el clima de inestabilidad es donde ellos consiguen moverse como peces en el agua y que en ningún caso serán quienes pierdan nada.

Hemos de exigir que la tolerancia y el respeto empiece por nuestra clase política, destinada a gobernar y a dar ejemplo, no sólo con la eliminación de la corrupción y el encarcelamiento de aquellos que la ejercen, sino también con un comportamiento adecuado a las bases del civismo.

Lloramos por los mismos males, nos asolan a todos las mismas enfermedades, reímos y amamos de la misma forma. No deberíamos ser marionetas dirigidas por unos titiriteros cuyos finos hilos no permiten que decidamos de forma consciente, sino impulsados por el bombardeo mediático de cuyo único interés es enfrentarnos. Saben que la felicidad del pueblo y su unión es revolucionaria, además de una de las bases democráticas.

“El objeto de la nación es la felicidad del pueblo”, rezaba un artículo de la Constitución de Cádiz de 1812. Y ellos tratan de evitarlo.

Nace en Cádiz en 1981 y estudia Filología Hispánica entre la UCA y la UNED. Actualmente dirige los talleres de Escritura Creativa de El fontanero del Mar Ediciones. Organizador del festival poético...