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Murió Bowie esta semana como antes lo hizo Lennon y otras muchas estrellas que se van sin la menor compasión dejando miles de huérfanos entre sus seguidores. Ellos son los únicos que conocen cierta forma de eternidad, la que deja su obra entre sus fieles, o en los anales de la tradición que representan.

Se llenaron las redes sociales de mensajes, de personas que hicieron de sus canciones la banda sonora de sus vidas, de dudosos fans que nunca antes habían compartido un tema del camaleónico cantante los ojos diferentes. Se llenaron de mensajes tópicos: “se van los mejores”… Y lo dicen así, tan gratuitamente, como si aquí se quedase alguien.

Bowie se fue víctima de un cáncer y ese es el caballo de batalla al que algunos más atacan. Con sorpresa y cierto estupor veo a decenas de personas exigiendo una cura contra el cáncer. Y no seré yo quien no la pida, todo lo contrario, ¿pero saben lo que están pidiendo? ¿Ignoran que cuando el se halle la cura contra el cáncer el ser humano seguirá muriendo víctima del tiempo o de otra enfermedad? La finitud da sentido a nuestra existencia vista desde el punto de mira de que una existencia eterna se haría, de algún modo, en algún momento, anodina. Ya explicó Saramago en Las intermitencias de la muerte el problema que supone que la muerte abandone su tarea. Todos envejeciendo, condenados de forma eterna a vivir en unas condiciones precarias, dependientes de ayuda continua y constante.

Pienso sobre el cáncer habiendo sido una víctima colateral de esa terrible enfermedad. Y, ante lo irremediable de la muerte, yo no exijo una cura contra ella, sino un tratamiento que no provoque tanto sufrimiento como la quimioterapia, un tratamiento que ofrezca unas condiciones de vida dignas al paciente, un tratamiento que cuando “cure” no convierta al enfermo en un consumidor diario de fármacos para toda su existencia.

“Maldita enfermedad que te llevaste también a David”. Y no, no es la enfermedad, es la muerte que nos concierne a todos con enfermedad o sin ella. Quizás algún día aprendamos que es la muerte quien da sentido a la vida, porque sabemos que morimos debemos tener la obligación de aprovecharla, de ser feliz, de dar las gracias.

Vivan amigos, disfruten la luz de un nuevo amanecer como una caja de promesas, de oportunidades a punto de empezar. Seguro que Bowie cambiaría su legado por despertar mañana. 

Nace en Cádiz en 1981 y estudia Filología Hispánica entre la UCA y la UNED. Actualmente dirige los talleres de Escritura Creativa de El fontanero del Mar Ediciones. Organizador del festival poético...