parody-3-agosto-2016

“Mira ese tipo cómo viste. Hay que ver cómo lleva esa madre a su niño. Esta vecina no saluda nunca. No veas lo que ese hombre le pega al drinking. ¿Has visto cómo tiene el coche? Coño, no tenía sitio en la playa que se me pone al lado. Ese es un independentista catalán. No veas el chuleta madrileño. ¿Es valenciano? ¡Pues será corrupto!”

“Los vascos, independentistas y etarras. Ese es un facha. Esa es una roja. Malditos franceses que nos tiran las fresas. Los estadounidenses no paran de consumir. ¿Y por qué defienden la guerra? Sí, después rezan mucho, van los domingos a misa, piden perdón, y vuelven a empezar. Musulmanes, ¡vaya!”

“Es increíble que traten así a sus mujeres, las llevan tapadas de arriba abajo, pero luego se pasan el tiempo orando, hasta cinco veces al día. Son países que no tienen arreglo. ¿Algo habrá que hacer si nos matan, no?”

Un vistazo al mundo y a nuestras habituales declaraciones y pensamientos más profundos en cualquier ámbito deja entrever una deficiencia general muy característica del ser humano: la total ignorancia de las circunstancias que envuelven al resto de personas que no somos nosotros y el desprecio a un hecho incontestable: si hubiésemos nacido en esa casa, esa ciudad, ese país o ese momento concreto, habríamos tenido muchísimas posibilidades de actuar tal y cómo esa persona que ahora criticamos lo hace.

Somos esclavos de nuestro tiempo y espacio, y nada más que por esa circunstancia deberíamos ser más condescendientes con las actuaciones que llevan a cabo los que no son como nosotros creemos que deberían ser, pues si hubiésemos nacido antes o después, o allí, o más allá, habríamos podido sufrir escasez, pobreza, alcoholismo, soledad, podríamos haber defendido la violencia, la independencia, el comunismo más feroz, el capitalismo salvaje, incluso la barbarie, o haber visto normal la muerte y el asesinato, o haber justificado la opresión a la mujer, al débil, al niño, o haber sido duros, insensibles, inflexibles.

Somos nosotros y nuestras circunstancias y eso me hace dudar de la existencia de la justicia, pues cada acción que alguien realiza puede tener posiblemente consecuencias espeluznantes, pero se generan por unas causas que solemos obviar.

Resulta incomprensible que alguien mate, robe o engañe, pero, ¿qué ocurre si las circunstancias por las que perpetró cualquiera de esos crímenes son tan impactantes que el autor no se vio en otra alternativa que hacerlo? En las novelas podemos llegar a entender las acciones por las que el más vil de los asesinos cometió sus crímenes, y dejarle abierta una puerta al menos a su, digamos, salvación espiritual, porque hay páginas y tiempo para explicarlo.

Pero me da la impresión que la fugacidad y brevedad de la información de la vida real, de cómo nos llega, de cómo lo de hace un minuto ya es antiguo, nos está creando una visión del mundo insensible, que necesita encasillar en malos y buenos absolutos rápidamente, sin dedicar un segundo a tratar de entender por qué esas personas o pueblos son como son y hacen lo que hacen.

Y lo malo es que ese tipo de información nos convierte en cómplices, en pequeños jueces implacables que expanden, con sus conversaciones y declaraciones, la maldad de cualquier protagonista sin habernos molestado en indagar sus causas, circunstancias, contextos y motivaciones.

Tenemos deberes: dedicar tiempo a las opiniones que vertemos públicamente.

Biólogo de formación con filósofa deformación, escritor, autor de la novela 'La soledad del escribido' y del blog 'Mi Mundo Descalzo', ha sido infectado por dos moscas ciertamente peligrosas: una,...