Lo de los call center es todo un chollo. No concibo mejor defensa ante el consumidor que la de un sinfín de operadores deslocalizados, sin aparente conexión entre sus departamentos, que en forma de bucle te mantienen como mínimo media hora pegado al teléfono para la más mínima gestión, sin solucionar absolutamente nada.

Es todo un arte. Ni la Gran Muralla china fue tan efectiva.

Quién no ha sufrido en sus carnes -más bien en su lengua y oídos- el tener que contar una y otra vez lo mismo, hasta argumentar hasta la saciedad el querer cursar una baja con un operador de telefonía. Es la nueva forma de padecer ‘Las 12 pruebas de Astérix’, algo que parece calcado del modus operandi de la Administración Pública.

Una simple portabilidad de línea desemboca en decenas de llamas y cientos de minutos colgado a un auricular. Dos semanas llevo intentando que Orange deje de ser mi compañía, sin éxito ninguno, a razón de no sé cuántas llamadas, email incluidos. Los sofocones, ya incontables.

Por favor, querido Orange, el libre mercado me permite decidir con qué compañía quiero contratar mis servicios de telefonía, de hecho ya opero con otra compañía. Esto del ‘ No te vayas, puedo cambiar, qué te dan otros que no te doy yo…’ no funciona, acéptalo. ‘No soy yo, eres claramente tú’, por no ofrecerme un servicio de calidad, por clavármela en cada factura y por hacerme perder el tiempo y la paciencia en gestiones interminables que no solucionan nada.

Prometo no volver a llamarte más… si me cursas de una vez la baja. Lo nuestro no tiene arreglo, entiéndelo, recoge tus cosas de mi casa, a modo de router, y sal ya de mi vida.