El asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, ha sacado las miserias de más de un desalmado que veía en este crimen un acertado ajuste de cuentas hacia la clase política, aunque finalmente no lo haya sido.

Para estos energúmenos, mi más absoluta indignación y reprobación de su comportamiento, pues más que como humanos su comportamiento es digno de hienas carroñeras que ríen ante la presa que piensan devorar.

La violencia nunca está justificada, por mucho que los políticos den asco y el sistema te invite, a veces, a tomarte la justicia por tu mano.

Pero por esa misma razón, por la de no ser comparados con esta suerte de mafia que nos gobierna, no podemos caer en lo soez y dejar que las pasiones nos dominen. El ciudadano tiene que estar por encima de su calaña a no ser que queramos ser merecedores de los representantes que tenemos, que ciertamente no creo que den la talla.

Leía el otro día que las ideas se combaten con las ideas, y así debe ser. No hay que empuñar armas ni recurrir a violencia alguna, sino estar unidos y salir a la calle cuando hay que hacerlo y luchar a diario con las herramientas que la democracia nos da, que si bien se antojan insuficientes, no dejan de ser mecanismos que no debemos menospreciar.

Y por encima de todo, no debemos olvidar que nuestra principal herramienta de lucha son las urnas, por lo que deberíamos hacer un ejercicio de conciencia de cara a las próximas elecciones europeas. Así que si queremos cambiar algo, votemos por el cambio, que aquí tampoco nos podemos dejar llevar por la pasión.

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