Estos días escuchaba decir a la periodista Pepa Bueno, a raíz de haber sido galardona con el Premio Meridiana del Instituto Andaluz de la Mujer, que lamentaba mucho ver cómo su hija tendría que manifestarse, como hiciera ella en su momento, para reivindicar unos derechos que ya habían sido conquistados y que ahora nos arrebataban. Es la eterna lucha de la mujer, que por el hecho de ser hija de Eva parece haber nacido maldita por su propia condición.

Al recorte de derechos se une también la penosa tasa de paro y las desigualdades que sufrimos frente a los hombres, todo agravado por la cortina de la crisis. El techo de cristal con el que vivimos las mujeres pesa aún más y la tan ansiada promoción laboral queda sujeta a la oligarquía de hombres que ocupan los sillones directivos y que pujan por mantener su territorio libre de injerencias femeninas, inexpugnable.

La brecha salarial entre hombres y mujeres roza casi un vergonzoso 23% según los últimos datos disponibles de un informe de UGT, que además pone de manifiesto que para lograr un sueldo igualitario las mujeres deberíamos regalar 84 jornadas más. Asimismo, la subida salarial no es equitativa, llegando a ser 4 veces menor. 

A las diferencias salariales se le suma, además, la precariedad de los contratos, muchos de ellos temporales y con la renovación pendiente de posibles embarazos o reducciones de jornada, que también vivimos con ese miedo laboral.

Y de embarazos a abortos, donde ya tampoco tenemos el derecho a decidir qué hacer con nuestra propia maternidad, ni para abortar ni para concebir, porque ojito si eres soltera o lesbiana y además sueñas con mantener tu matrimonio legalizado… Pecado, pecado.

Con la Ley de la Dependencia se dignificaba la labor que muchas mujeres venían haciendo como cuidadoras de familiares, porque ante un problema familiar siempre es la mujer la candidata y elegida para volver a casa. Ahora, en muchas comunidades, ni eso.

Pero no solo sufrimos en lo laboral, sanitario o civil, sino que también sufrimos en lo doméstico, con un alarmante 22% de españolas que afirman haber sido víctimas de violencia física o sexual por parte de hombres. Con 14 Evas asesinadas en lo que va de 2014, ¿cómo podemos sentirnos iguales a los hombres si nos vemos sometidas a su yugo machista en la mayoría de nuestras facetas vitales?

Ser mujer el 8 de marzo de 2014 es un poco más duro que haberlo sido un año antes, por eso el Día Internacional de la Mujer, que no debiera seguir celebrándose pero que lamentablemente debemos seguir conmemorando para remover las conciencias, debe servir para denunciar las salvajes condiciones que por el hecho de ser mujer sufrimos, solo por no ser hombres.

Como Martin Luther King, yo tengo un sueño, y pasa porque mis futuras hijas no tengan que vivir como la de Pepa, volviendo a salir a la calle como años antes hiciera por igual razón su madre. Que no sepan lo que es tener que celebrar el Día de la mujer porque por fin en las mentes de los hombres se desdibujara el mito de la supremacía masculina. Quizás lo que tengamos que celebrar no es un Día de la mujer, sino 364 Días del hombre para que de una vez por todas comprendan lo que es ser un hombre de verdad.

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