La sucesión en el PP andaluz ha copado estos días tanto los medios tradicionales como las redes sociales, donde pronto se han alzado voces de fan boys, tanto del PP como del PSOE, para alabar a su candidato o bien intentar sacar las vergüenzas del otro.

Y la lucha se ha llevado al terreno académico y personal: que si Susana no tenía oficio conocido, que si Juan Manuel había mentido en su curriculum, que si el mío es andaluz, que si el tuyo es catalán… Es la guerra del ‘Y tú, más’. O del menos.

¿Cuántas veces hemos oído a nuestros padres repetir vehementemente que para ser alguien el día de mañana había que estudiar? Evidentemente se referían a profesiones como ingenieros, médicos o abogados, no a políticos, porque con ellos sería conveniente cambiar el dicho de ‘El que vale, vale, y si no a Empresariales’ (con variadas versiones), por eso de que ‘El que vale, vale, y si no, afíliate’.

La titulitis que sufrimos en este país a veces es injustificada, pero en casos como estos, en los que se postulan estos señores como imagen de la marca X, al menos deberían contar con cierto nivel profesional del que no nos sintamos mayoritariamente avergonzados. Como si tuvieran que pasar un casting al modo de un ‘Tú sí que vales’ de la política para que demuestren sus habilidades y conocimientos. ‘A ver, Susana, ¿cuánto ha subido la tasa del paro en tantos por ciento?’. ‘Juan Manuel, ¿dónde están Cazalla y Constantina?’. Por el inglés mejor no preguntarles, pues seguro que tienen el nivel español por antonomasia, el AB, es decir, el de Ana Botella, que esta sí que no pasa casting ninguno, aunque ella sí los haga en Madrid. Pero lo de Ana es punto y aparte, o más de lo mismo.

Es una realidad que los cachorros de los partidos no necesitan más que apoyar y arengar a sus líderes, sin tampoco armar mucho ruido, para labrarse una prometedora carrera política. Independientemente de si tienen o no estudios, adquieren una falsa capacidad para ponerse a la cabeza de proyectos e iniciativas que difícilmente serían capaces de defender si no fueran dados como un premio a sus años de servilismo.

Cuando en este país contamos con la generación más preparada y la tasa de paro juvenil es más salvaje que nunca, sobrepasando el 57% en los menores de 25 años, y cuando el 40% de los parados superan los 45 años, llama la atención que Susana, con 40 años, y Juan Manuel con 44 primaveras, hayan llegado al cenit de sus profesiones en la cuarentena. Y por promoción interna, además.

O nos hemos equivocado de generación, o sencillamente nos hemos equivocado al creer que es posible hacerte una carrera a base de codos, sin padrinos. Al menos, en política no.

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