Los españoles estamos de enhorabuena. Este fin de semana hemos dado otro paso importante en nuestro camino hacia una mejor democracia y hacia el impulso de las libertades individuales.

Gracias al Blackfriday hemos tenido la posibilidad de sentir la obligación de elegir y comprar, entre multitud de productos, algo que no necesitamos.

De nuevo, desde el otro lado del Atlántico ha llegado una cura a nuestra deprimida situación. Por supuesto, no me refiero a cualquier lado, sino al del norte, la parte buena, la que habla inglés, la que sabe de justicia y de dinero; vamos, la que no es comunista ni bolivariana, que todo hay que decirlo…

Como tantas y tantas chorradas estadounidenses, el Blackfriday se ha implantado de un día para otro y sin avisar. Hace una semana nadie lo conocía, pero una bien orquestada propaganda, con su correspondiente bombardeo de anuncios y noticias patrocinadas en todos los medios de comunicación, ha conseguido que este día se haya consolido en su primera o segunda edición en España hasta convertirse, desde ya,en el evento más importante de otoño… después de Halloween, por supuesto.

Entre las rebajas de enero, las de junio, los días de oro y los días sin IVA todavía quedaban huecos en el calendario para meternos un Blackfriday de estos. La libertad, no lo olvidemos, es eso: tener otra fecha en el año para poder comprar una pieza de tela fabricada por esclavos orientales a 32 en lugar de a 40 euros.

De madre sevillana y padre granadino, nació en Almería en 1991. En 2015 se tuvo que marchar a la Universidad de Groninga para poder estudiar la Sevilla moderna de verdad (la del siglo XVI). Es, además,...