“En verdad os digo que el niño Jesús ha nacido y es menester reactivar la economía”. Primera carta del alcalde Juan Ignacio a los hispalenses.
Ese grupo de ‘iluminados’ de la inmortal Sevilla barroca que ahora nos gobiernaha decidido apostar por el espíritu más primario del ser humano y poner luces para ver si la gente acude a las calles -que ellos quieren- y se le da un empujoncillo a la economía-que ellos quieren-.
Y, claro, como el barrocus hispalensises un homo de pocas luces y no entiende de término medio, el centro se ha engalanado con un horror vacui desugerentes colorines,que parecen estar inspirados en esos distraídos locales que normalmente se encuentran alejados del casco urbano. La medida ha sido todo un acierto y el centro está ya plagado de potenciales consumidores que celebran con alegría la llegada de dios a la tierra. Aturdidos por tantas luces, habrá incluso quienes hayan visto aparecer al niño Jesús en la avenida de la Constitución.
Parece que para los ediles marianos –en sus dos acepciones-, convertir la Navidad en una Feria de diciembre no suponeningún conflicto moral ni religioso,ni atenta contra la esencia de la sevillanía católica. ¡Panda de paganos que, luego, con una sonrisa de patilla a patilla, se ríen con sorna cuando escuchan a Torrijos hablar de solsticio de invierno! Son los mismos que se indignan cuando se les habla de peatonalizar y de apostar por el transporte público, principal y casi única razón de que el centro esté a día de hoy abarrotado.
En realidad, lo que hagan o dejen de hacer con la iluminación del centro me da bastante igual -aunque no deja de ser ridículo-; lo que me resulta verdaderamente ofensivo es que organizar un festival de luz y color seala medida más exitosa de un ayuntamiento incapaz de despertar a una ciudad dormida, a pesar de tantas luces.