Mientras unos lo  critican   y  otros lo alaban, no se puede negar que, durante el confinamiento, el teletrabajo se ha hecho indispensable. Ahora, dicen, se queda.

Para la mayoría de los empresarios, es la panacea, para algunos trabajadores representa una gran oportunidad de conciliación. ¿O no?

Otros optan por una solución intermedia: unos días de teletrabajo y otros de presencia física en el “tajo”. ¿Cuál es la mejor opción?

Para todos los gustos o, como decía el poeta “Nada es verdad/ ni nada es mentira/todo es según el color/ del cristal con que se mira”

Los empresarios han visto una buena oportunidad para sus negocios. Tienen a los trabajadores en casa, y disponibles casi las 24 horas del día. 

A su vez,  los trabajadores se ahorran el transporte, la comida… 

Para teletrabajar no se necesita mucho espacio, por lo que  se puede hacer a distancia, desde una segunda residencia en la playa, el pueblo de los abuelos o incluso desde otro país, lo que supondría ya una deslocalización.

¿En casa se trabaja mejor? No todo el mundo piensa igual. Hay sectores como la enseñanza en el que  los maestros han sufrido en exceso esta experiencia que les ha pillado, como a casi todo el mundo, sin los medios adecuados, teniendo que ocuparse, sobre todo ellas, a la vez de la casa y de los niños que no tienen colegio  o de personas dependientes. El mayor esfuerzo lo han hecho las mujeres, como siempre. Ellas declaran preferir acudir al trabajo a estar en casa teletrabajando. Es el hombre el que sin embargo se incorporará antes a su puesto de trabajo, como viene ocurriendo en todas las épocas. ¡No hemos cambiado tanto! 

Seguimos perpetuando los roles de la crianza y el cuidado de personas dependientes. Ahora los sindicatos UGT Y CCOO proponen eliminar los artículos a que hacía referencia el Proyecto del gobierno para desligar el teletrabajo de la conciliación. 

El uso continuado del móvil, de la tablet y el ordenador ha originado otros efectos negativos que se añaden ya a los que teníamos como problemas de espalda, entre otros.

¿Estamos obligados a teletrabajar?

Los sindicatos opinan que no. El teletrabajo no puede ser obligatorio. Por el contrario es voluntario y reversible, aunque, algunas circunstancias como la pandemia nos hayan llevado a ello. 

Sin embargo, después de esta “experiencia”  las empresas recomiendan, una vez superado el estado de alarma, continuar teletrabajando siempre que sea posible.

¿Qué pasa con los derechos laborales? ¿Quién se hace responsable   de la prevención de riesgos  o accidentes en el trabajo?

Pues parece ser que será la  empresa la única responsable, aunque esto no está aún muy claro. Según los sindicatos, deben ser las empresas las encargadas de poner los medios necesarios para que sus empleados puedan trabajar desde sus casas y de compensar económicamente, por los gastos derivados del mismo.

Mientras no exista regulación del teletrabajo, no sabremos si la empresa está obligada a facilitarnos un ordenador y la conexión a Internet o pagarnos parte del agua, la  luz o el gas. De momento debemos ponerlo de nuestro bolsillo. Ocurre que la mayoría de las empresas son pequeñas, a veces de dos o tres socios, por lo que esto sería casi imposible.

¿Cuál sería el horario de trabajo? ¿Deberemos estar permanentemente conectados?

¿Como controlar el teletrabajo? ¿ Se estaría atentando contra el derecho a la privacidad?

Teletrabajar en casa supone el no tener que salir por las mañanas, aquellas en las que te levantabas temprano y te arreglabas “para ir a trabajar”. Supone renunciar a los desayunos en el bar de la esquina, la charla con los compañeros en las pausas…todo eso ¿a cambio de qué?

A cambio de “prestar” tu ordenador, tu wifi, tu silla, tu mesa, tu botella de agua y tu frigorífico, tu papel higiénico, tu conexión telefónica, tu luz , tu calefacción o tu aire acondicionado…¡un chollo, para las empresas, claro!

Teletrabajar es lo que hacía mi hermana en los años setenta que cosía bolsos para una fábrica. 

Ella tuvo que comprar la máquina de coser, y pagar la luz. Sólo le traían el material ya cortado y ella los cosía. Cada semana venían a recoger una cantidad determinada. Le pagaban por bolsos, por pieza bien acabada. Si no estaba bien terminada, debía repetirla. Para poder hacer una gran cantidad de bolsos y ganar un “medio-sueldo”, debía estar cosiendo todas las horas que las labores de  la casa y de los hijos le permitían al día.

Teletrabajar, dicen, ha venido para quedarse-maldita pandemia- y nos obligará a estar cada vez más aislados, a no querer salir porque, todo, todo y todo, lo conseguiremos con un correo, una video-llamada o un guasa, en un solo clic.

Esperemos que la regulación del “teletrabajo” contemple una jornada laboral digna, sin tener que echar horas extras o turnos de media-noche, que pueda una acudir al médico y pedir la baja si está enferma, que sea posible la conciliación laboral y el tiempo en que debamos ocuparnos de los hijos o el que nos ocupamos de las tareas de casa. Ese tiempo  no debe ser el mismo que el que estamos “trabajando”  digo teletrabajando. 

Ah, que el ordenador portátil lo podemos poner en donde queramos, pues eso…¡Qué adelanto!

Ya no hay excusa para decirle a nuestra jefa que no podemos contestar un e-mail un domingo por la noche porque ya veníamos haciéndolo antes de esta pandemia. 

Si estamos teletrabajando estamos disponibles las 24 horas del día.

¿Cuántas horas nos pagarán?

Nos va a pasar como al “sastre de Campillos”, que cosía de balde y ponía el hilo.  

Entre dos luces, cuando el sol empieza a ponerse, envío este artículo por correo,  desde la playa, en domingo.

Maestra, especialista de francés. Titulada por la Escuela Oficial de Idiomas, colabora en La Voz de Alcalá desde el año 2003 y en el periódico local 'La higuerita' de Isla Cristina desde el año 2010....