No me gusta pasar frío en verano. No soporto estar bajo el aire acondicionado más de veinte minutos. Por eso, a la hora de la siesta, me voy a mi cuarto, me tiendo en la cama y, bajo las sábanas, como si estuviera en el cine, me pongo a inventar historias o  vuelvo a recordar los veranos de chica  en casa de mis padres, aquellos en los que no había todavía aire, ni usábamos el ventilador.

Por la siesta, tendíamos una manta en el suelo y a esperar hasta que se fuera la flama.Todo el mundo hacía siesta, aunque mis hermanos y yo aprovechábamos para contar cuentos de miedo, muy bajito para que no nos descubrieran…

En las tardes de verano yo le preguntaba a mi madre si me dejaba ir al cine y me decía casi siempre, sin dudarlo.

–Esta noche vamos a ir al cine de las sábanas blancas.

Aunque algunas veces sí que me dejaba ir al cine San Mateo a ver películas del Oeste o de Tarzán. Otros cines de verano fueron el deSan Francisco o La Nevería del Duque.

Ahora no hay cines en Alcalá. Hubo una vez uno , donde antes estaba La Plaza de Toros,   que duraró muy poco. Y tuvimos que coger el coche para ver cine en los Alcores -el paraguas de Alcalá- o ir a Sevilla, a Nervión o a Los Arcos. Ahora, en verano solemos ir algunas noches al cine de la Diputación a ver  buenas películas. No es caro y cabe mucha gente .

Pero el frío del verano no es solo el de los aires, ni siquiera el de las tardes de agosto, cuando subíamos a la novena de la Virgen del Águila y teníamos que cargar con la rebeca, porque, allí arriba, en la sima del castillo, siempre refrescaba. ¡Qué maravilla, bajar la Cuesta de Santa María con tu abriguito puesto!

No, ese frío se podía soportar también. Lo que llevo mal es la falta de gente, las calles vacías, como si alguien se hubiera olvidado de ponerlas a la amanecida. Esa calle de La Mina desierta ya en primavera, con los comercios cerrados, los solares sucios donde antes hubo bancos…es como si la nada de «La historia Interminable» fuera tragándose los sitios y con ellos a las personas. Ahora la nada va llegando hasta las primeras casas del Barrero y va cerrando puertas a su paso.¡Que frío da con tan solo pensarlo!

Pues eso es lo que queda de Alcalá en verano: nada.

Los pocos comercios que no cogen aún vacaciones están vacíos, porque no hay quien salga a la calle con esta  caló. Y como no hay muchos bares en los que refugiarse, pues tampoco se sale.

Alcalá, que fue pueblo hasta los años setenta, ahora es una ciudad fantasma, aterida, donde el frío de los ausentes te cala hasta los huesos y sientes el abandono, como un volcán apagado, sin espera.

Ni familia ni amistades, todos han cogido el dos y han salido fuera, como si permanecer en la ciudad en agosto fuera un crimen.

Y te has quedado más sola que la una, deseando día tras día que septiempre aparezca ya, a la vuelta de la esquina.

Maestra, especialista de francés. Titulada por la Escuela Oficial de Idiomas, colabora en La Voz de Alcalá desde el año 2003 y en el periódico local 'La higuerita' de Isla Cristina desde el año 2010....