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Crónica. Ondine, del director Neil Jordan y protagonizada por Colin Farell, y la serbia Besa aprueban en una tarde en la que destacó negativamente El extraño caso de Angélica, del centenario Manoel de Oliveira.

Jesús Benabat. El día prometía emociones fuertes desde su mismo inicio. El anuncio de las nominaciones a los premios de la Academia de Cine Europeo, que tuvo lugar en el Restaurante Abades de Triana en medio de una masiva asistencia de periodistas ávidos de una foto o una entrevista con, entre otros, el actor español Luís Tosar, auguraban una tarde de buen cine que finalmente devino en una mediocre muestra con sabor agridulce y altas dosis de tediosa sonnoliencia.
El primer plato de la tarde no desmerecía en atributos para ser considerada una buena elección. Ondine es una película irlandesa del afamado director Neil Jordan, responsable de cintas como Entrevista con el vampiro, Michael Collins o La extraña que hay en tí; protagonizada por el actor también irlandés Colin Farrell, quien ya presentó en la pasada edición del Festival de Sevilla Triage, de Danis Tanovic. En esta ocasión, Farrell interpreta a un pescador ex alcohólico y marginado que un día cualquiera saca del mar a una mujer entre sus redes, con el consecuente impacto y las conjeturas (es clara la identificación de la chica con una sirena) que ello provoca. A partir de ahí, la trama se desarrolla a medio camino entre el cuento de hadas y cierto realismo descarnado que nunca llega a conjugar a la perfección.
Y es que Jordan demuestra poseer un estilo depurado en los pasajes líricos, filmando con una sutileza francamente apreciable los bellos parajes irlandeses en los que se desarrolla la película. Sin embargo, el realizador adolece del virtuosismo necesario para saber integrar esta tendencia a la ensoñación con el verdadero sentido de la película, que no deja de ser puramente real. Finalmente, Jordan opta por la vía del cuento con final feliz sin dejar demasiado claro cómo hemos llegado hasta ese punto. Una propuesta, pues, fallida aunque relativamente disfrutable que además nos regala la sólida interpretación de la sirena en cuestión, Alicja Bachleda- Curus.
La segunda opción de la tarde venía legitimada por la larga trayectoría del director en activo más anciano del mundo, el portugués de 102 años Manoel de Oliveira. Con 32 películas filmadas, Oliveira ha alcanzado un status de cierta preeminencia en el panorama internacional de festivales, con una nutrida legión de incondicionales que aman su particular modo de concebir el cine. No en vano, El extraño caso de Angélica participó en la Sección Oficial de la pasada edición del Festival de Cannes cosechando buenas críticas y ensalzando la poderosa vitalidad de su responsable.
No obstante, para los humildes espectadores del Festival de Sevilla, una propuesta como El extraño caso de Angélica ha supuesto más una tediosa e insostenible lucha por no caer en el sueño más profundo que el supuesto poema sutil y conmovedor que muchos ven en los interminables planos estáticos y el surrealismo de una trama que entra en clara confrontación con la razón humana. La película de Oliveira, que además cuenta con la interpretación yacente de la española Pilar López de Ayala, ha sido, hasta ahora, la gran perla del Festival de Sevilla; una de esas sorpresas desagradables, incomprensibles y profundamente aborrecibles que todos esperamos no se vuelva a repetir.
Y por último, tenemos que hablar de la película serbia Besa, una interesante y profunda historia ambientada en la I Guerra Mundial, aunque desde la perspectiva de la retaguardia, donde el tronar de los disparos y cañones dejan paso al hambre, la inseguridad y la incertidumbre que sufren las mujeres huérfanas de sus maridos y familiares. Lea es una de esas mujeres que quedan solas tras la partida a la guerra de su marido Filip, el director de una escuela de una pequeña población serbia. Éste, antes de marcharse, confía la seguridad de su esposa a un albanés taciturno a través de un juramento denominado ‘besa’, por el que el vasallo deberá proteger con su vida a la muchacha.
La película Srdjan Karanovic se desarrolla con ritmo pausado, lleno de matices y conjugando a la perfección momentos de cierta comicidad derivados del caracter intransigente del albanés, con otros de evidente dramatismo suscitados por la difícil situación de la retaguardia. Así, lentamente, la relación entre Lea y Azem va ahondando en un aprecio y respeto mutuo que desemboca en un amor velado, prohibido y condenado a permanecer oculto para siempre. Una cinta muy recomendable para espectadores pacientes y amantes de los detalles y matices, que disfrutará con una trama bien construida y genialmente interpretada por sus dos actores principales.
El segundo día del Festival de Cine de Sevilla se cierra, pues, con luces y sombras aunque sin restar ni un ápice el deseo de continuar viendo películas del viejo continente. Mañana habrá más, y esperemos que mejor.

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