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Una película sobre una orden monástica en el Magreb cuyo nudo resulta tedioso y aburrido hasta el extremo. De Dioses y Hombres refleja un problema que, aunque con un fondo interesante, la cinta trata de manera muy indeterminada.

 

Antonio Sánchez-Marrón. En su primera sesión, el Festival de Cine Europeo de Sevilla estrenó un ingente número de películas de las cuales, para repartir el tiempo y visionado de todas, decidí escoger dos. En primer lugar, una deliciosa comedia británica titulada Tamara Drewe, dirigida por Stephen Frears y que puede leer en la reseña que ha preparado mi compañero Jesús Benabat. Una película que he tenido la gran suerte de ver en primera instancia y como plato inaugural de este SEFF´10 pudiendo recomendarsela encarecidamente a todo aquel espectador que escoja pasar una tarde de cine en el Festival de Sevilla.

Por otro lado, y a las 18:45 de la tarde, me dispuse a entrar en la sala 15 de los cines de Nervión Plaza para, supuestamente, contemplar una magna obra del cine francés. Una película, De Dioses y Hombres, premiada en Cannes con el Gran Premio del Jurado y preseleccionada por Francia para los próximos Oscars 2010.

Pero a medida que iba pasando el metraje, mi decepción iba in crescendo. El comienzo resulta fulgurante pero jamás 120 minutos de película se me habían hecho tan extremadamente eternos. El director, Xavier Beauvois, parece que va a tejer una trama más que interesante que engloba la complicada relación entre dos mundos religiosos tan contrapuestos pero tan sumamente equitativos en sus principios básicos. Hablo del cristianismo como contrapunto al Islam.

De hecho, la película se nos presenta apetitosamente en un monasterio donde habitan ocho sacerdotes que se dedican sin mayores inconvenientes a su vida monacal. El problema viene cuando descubrimos que ese monasterio está emplazado nada menos que en el Magreb. Nuestra mente comienza a imaginarse un gran metraje en el que veremos las luchas de poder de las dos religiones mayoritarias en nuestro planeta. Nada más lejos de la realidad.

La cosa comienza a decaer por momentos. A los 45 minutos, el director comienza a navegar por muchos mares sin tener un puerto definido en el que detener su barco. Cuatro historias diferentes desembocan del planteamiento de la película y ninguna llega a resolverse ni ninguna parece la principal. En su lugar, se nos crea un tedio constante y unas ganas tremendas de mirar el reloj contando los minutos que faltan para que lleguemos al deseado desenlace, que por cierto, es lo más destacado de la película.

Al llegar a la parte final, llena de curiosos «falsos finales», el espectador comienza a darse cuenta de que a pesar de tener una historia más que interesante, la película no profundiza. Parece querer ser políticamente correcta aunque el director nos haga cambiar de idea cuando, de nuevo, se haga explícita la verdadera identidad de las dos formas de ver a los dioses.

De Dioses y Hombres está plagada de interminables secuencias donde los monjes interpretan temas eclesiásticos al más puro estilo canto gregoriano y todo tipo de secuencias más que prescindibles en una historia a la que se le podía haber sacado mucho más jugo. La cinta me ha decepcionado. He salido del cine muy enfadado con la película, pero a medida que mis nervios se han ido templando, he visto las cosas en frío y he descubierto los escasos y ocasionales placeres de la cinta de Xavier Beauvois.

Aunque he de decir una cosa. Si esto es todo lo que Francia puede ofrecer de cara a la ceremonia de entrega de los premios más importantes, del mundo del cine, considero que los galos deberían hacer de inmediato un acto de contricción.

Nunca mejor dicho.

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