En los últimos meses se ha reavivado un debate que ha estado presente durante muchos años en algunos sectores de la sociedad andaluza: ¿se puede escribir en andaluz? Para muchas personas, el simple hecho de formularse esta pregunta representa una estupidez, porque ya creen conocer la respuesta. Sin embargo, en este artículo voy a abordar esta cuestión, ya que como en cualquier asunto transcendental que afecta a la sociedad, las preguntas a veces son más importantes que las respuestas.

Es obvio y conocido por todos que en Andalucía no se habla el español que se enseña en los libros de texto. El motivo, según estos, es que en nuestra tierra coexisten un conjunto de hablas con un rasgo distintivo, que se pueden agrupar de forma generalizada en un dialecto. Sin ánimo de entrar a discutir si esta diferenciación es más o menos acertada, lo que sí es cierto es que en los centros educativos, o en los medios de comunicación escritos más conocidos, apenas se trata uno de los aspectos más importantes de nuestra forma de comunicarnos: la escritura en andaluz.

A aquellos que piensan que plasmar en un papel nuestro modo de hablar es una ocurrencia reciente, déjenme decirles que se equivocan. En el siglo XIX, ya se escribían zarzuelas en andaluz, aunque, desafortunadamente, en algunos casos se hiciera para hacerlas más cómicas. Incluso si nos remontamos al siglo XVIII, podemos encontrar algunos autores, como Ramón de la Cruz o Juan Ignacio González del Castillo, que usaban vocablos andaluces de forma intencionada. Esta práctica la continuaría durante el siglo pasado el onubense Juan Ramón Jiménez, ganador del premio Nobel de literatura.

Uno de los rasgos más significativos de los textos en andaluz es la carencia de un sistema ortográfico y gramático unificados. Es decir, cada autor ha reflejado en palabras una variante del andaluz de una forma distinta. Esta falta de coordinación, tal y como algunos autores han lamentado, no ha contribuido a sortear los obstáculos que dificultan la creación de una literatura escrita genuinamente en andaluz.

Tratando de solventar este problema, ha surgido una iniciativa conocida en las redes sociales como “Er Prinçipito Andalûh”. Este movimiento está difundiendo desde febrero una propuesta ortográfica que nos puede servir de guía para escribir lo que hemos hablado durante generaciones. Además, es importante señalar que este sistema ortográfico no es más que una propuesta, y que sus creadores están abiertos a todo tipo de sugerencias por parte de la comunidad. Entienden que desarrollar un proyecto de este tipo debe tener un carácter democrático e inclusivo, por lo que os animo a que visitéis su perfil en Facebook.

Personalmente, me gustaría agradecer a los organizadores de esta iniciativa el enorme trabajo que están realizando de forma desinteresada, y con gran éxito. Creo que es emocionante ver como un creciente número de personas, más de 12.000 seguidores en Facebook, se interesan por aprender y tratar de escribir una forma de hablar, y de entender la vida, que en las escuelas se lleva menospreciando durante demasiado tiempo. En este contexto, no puedo evitar acordarme de las amargas palabras de Blas Infante, padre de la patria andaluza, en uno de sus textos inéditos: “Yo no he ganado todavía el premio que más me estimularía: el poder vivir en andaluz, percibir en andaluz, ser en andaluz o escribir en andaluz.” Ciertamente, aún no hemos ganado ese premio tan preciado, pero hoy estamos mucho más cerca que hace 100 años.

De padres gaditanos, nació en la Alemania dividida de 1987. Lo único que tiene claro es que la humildad y el olor de su tierra no se le han olvidado y que, a pesar de que cada región es especial en...