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Dejadme que os cuente una breve historia sobre nuestra tierra. En un día como hoy, 4 de diciembre de 2016, los acontecimientos que voy a narrar son tan importantes para todos nosotros que, a riesgo de contaros algo que ya sabéis, merece la pena recordar (y no olvidar).

La historia tiene lugar en los convulsos años de la transición española, cuando, por primera vez en más de 40 años, los españoles vuelven a ser dueños de su futuro. En aquel ambiente de ilusión y, sobre todo, de incertidumbre, multitud de pueblos reclamaban ser reconocidos oficialmente ante las instituciones del Estado.

En este proceso reivindicativo, el pueblo andaluz no fue una excepción, sino todo lo contrario. El 4 de diciembre de 1977, una Andalucía que no existía de forma oficial se echó a la calle para reivindicar una cultura diferente que, con cientos de años de antigüedad, ha maravillado (y lo sigue haciendo) a todo el que se ha preocupado por conocerla más allá de estereotipos rancios y pasados de moda. Ese día, los andaluces reivindicaban una forma de entender la vida diferente, aunque compatible con el resto de los pueblos de la península.

El éxito de esta manifestación fue de tal magnitud, que más de un millón de personas se echaron a la calle tan sólo en Andalucía. Además, el sentir de nuestro pueblo era tan profundo, que las movilizaciones callejeras traspasaron nuestras fronteras. Emigrantes andaluces en otras partes de España (como Barcelona, Madrid o Bilbao) también salieron de sus casas a pedir lo que cualquier pueblo anhela: reconocimiento y libertad.

A pesar del ambiente festivo de las manifestaciones, la tensión típica de aquellos años entre la España que no quería formar parte de la realidad europea del siglo XX, y la España que soñaba con mirar a los ojos de sus países vecinos sin sonrojarse por sus defectos y atrasos, acabaría arruinando la fiesta. Concretamente en Málaga, después de que la Diputación Provincial se negara a que la bandera de Andalucía ondeara en el balcón (donde antes solo estaba la nacional), un joven escaló la fachada del edificio gubernamental para colgar nuestra bandera verdiblanca; poco después, la policía comenzaría a cargar contra los manifestantes.

Ante las violentas cargas policiales, miles de malagueños volvieron a sus casas asustados para darse cuenta al día siguiente de que uno de los suyos jamás pudo llegar a ver a su familia de nuevo. Su nombre era Manuel José García Caparrós. ¿Qué ocurrió? Cuando la policía se encaró con los manifestantes, uno de los agentes disparó contra una persona indefensa para arrebatarle lo más preciado para él y su familia: su vida.

El camino hacia la autonomía andaluza no ha sido nada fácil. De hecho, tal y como os he contado, hay personas que en este camino, como Manuel José García Caparrós, han perdido la vida por ella. Y es por esto que en un día como hoy, 4 de diciembre, tenemos que ser conscientes de que gracias a compatriotas andaluces tan valientes (y a la vez irremplazables), la Andalucía del siglo XXI está más viva que nunca.

De padres gaditanos, nació en la Alemania dividida de 1987. Lo único que tiene claro es que la humildad y el olor de su tierra no se le han olvidado y que, a pesar de que cada región es especial en...