Cartel de advertencia / Creative Commons

Una de las consecuencias del desarrollo humano que nuestra comunidad ha experimentado en los últimos cien años es que apenas nos acordamos de cómo se vivía antes, ni de los retos titánicos que tuvieron que superar nuestros antepasados. Un ejemplo claro de esto es la erradicación de una enfermedad temida en muchas partes del mundo: la malaria. Esta afección se transmite principalmente a través de la picadura de ciertos mosquitos y provoca miles de muertes al año.

Si hablamos de malaria – también conocida como paludismo – en la actualidad, seguramente lo primero que se nos venga a la cabeza es el continente africano. Sin embargo, la incidencia de esta enfermedad ha sido históricamente muy elevada en zonas que hoy consideramos desarrolladas como Alemania, los Países Bajos o Italia. En este sentido, Andalucía no ha sido una excepción, sino más bien la norma, ya que el número de muertes por esta dolencia ha sido muy significativo hasta bien entrado el siglo XX.

Entre 1913 y 1916, más de 250 municipios de nuestra comunidad presentaban casos de paludismo. La situación era especialmente preocupante en la región occidental andaluza, ya que el número de afectados en estas provincias duplicaba al de las provincias orientales. Esto se debía principalmente al clima y, sobre todo, a la acumulación de aguas pantanosas e insalubres donde los mosquitos que transmiten esta enfermedad se reproducen.

Las consecuencias económicas de la malaria eran bastante significativas en nuestra comunidad. De acuerdo con algunas estimaciones oficiales de la época, de los cien millones de pesetas que se perdían por la morbilidad y mortalidad de esta afección, casi el cincuenta por ciento recaía sobre Andalucía. Sin duda, esto representaba una importante carga para una población que principalmente vivía en la miseria.

La situación comienza a cambiar gradualmente, entre otros motivos, a partir de la creación de la Comisión Central Antipalúdica en 1924, y la posterior distribución de tratamientos contra la enfermedad y la desinfección de lugares públicos. Además, la finalización de obras de saneamiento y la construcción de pantanos disminuyeron la proliferación de mosquitos con el paso del tiempo. La erradicación de la malaria se produce, oficialmente, en 1964. Aunque parezca una fecha tardía, es bastante parecida, e incluso anterior, a la de países de nuestro entorno como Italia o Portugal, que fueron declarados libres de malaria a comienzos de los años setenta.

A pesar de que el desarrollo humano es apenas perceptible en el día a día, no existe nada más transformador y revolucionario en nuestras vidas. Procesos como el que he presentado en este artículo han conseguido mejorar las vidas de millones de personas en el pasado y, por ser herederos de aquellos hombres y mujeres, también en el presente. Hoy en día no tenemos que preocuparnos por las consecuencias negativas que esta enfermedad habría dejado en nuestras vidas, en caso de sobrevivir, o las muertes infantiles que podrían provocar.

Para mí, historias como esta me enseñan que cuando trabajamos juntos y tenemos un objetivo común que afecta a una gran parte de la población, somos capaces de hacer cosas tan maravillosas como el de proporcionar un futuro más esperanzador a nuestra generación, y a todas las que vendrán.

De padres gaditanos, nació en la Alemania dividida de 1987. Lo único que tiene claro es que la humildad y el olor de su tierra no se le han olvidado y que, a pesar de que cada región es especial en...