manuel-visglerio-11-7-2017

 

Después de casi cuarenta años de democracia y de autonomía es descorazonador ver cómo la brecha norte-sur continúa en España como si de una maldición se tratara.

Según un estudio publicado recientemente, nueve de los diez municipios españoles con más riesgo de pobreza y de exclusión social son andaluces. Para mayor escarnio, las cinco ciudades españolas más pobres del ranking son: Córdoba, Almería, Huelva, Málaga y Sevilla; y, dentro de ellas, el barrio de “Los Pajaritos”, de la capital andaluza, tiene el lamentable honor de ser el barrio más pobre de España.

Repasando estos datos abrumadores le vienen a uno ganas de despotricar contra quienes permiten, toleran o simplemente ignoran tamaña injusticia y se dedican a pontificar sobre los males del mundo mientras tienen la trastienda y el patio trasero de su propias casas convertidos en un erial. Muchos llevan años predicando y negándoles el trigo a los mismos a los que, cada cierto tiempo, les dan un mendrugo para que los sigan votando.

Inevitablemente, ante esta perspectiva de la realidad, intentamos buscar culpables de porqué Andalucía sigue siendo la cenicienta del cuento; pero, después de cuarenta años en los que han pasado por nuestras ciudades casi todos los partidos del arcoíris parlamentario, parece difícil endosar la responsabilidad en exclusiva. A nivel autonómico la cosa parece más clara porque solo ha presidido la Junta de Andalucía un partido con apoyos puntuales de otros partidos, pero a pesar de tantos años de gobierno ininterrumpido a los andaluces parece que nos da igual seguir siendo los últimos de la fila; parece como si padeciéramos un síndrome de Estocolmo colectivo.

El síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica que sufren personas que han padecido un secuestro; consiste en desarrollar hacia los captores un vínculo afectivo. La victima agradece como un acto humanitario de los secuestradores el hecho de no sufrir violencia física, pasando por alto la violencia psicológica, hasta el extremo de terminar tomando parte por ellos en lugar de valorar el trabajo policial.

Visto lo visto, durante todos estos años, en esta tierra nuestra no sólo parece evidente que padecemos el síndrome; parece que lo padecemos en un grado sumo; parece que durante estos cuarenta años Andalucía se ha ido convirtiendo, toda ella, en una gran Estocolmo y los andaluces hemos sido víctimas de ese mal que nos ha llevado a justificar, permanentemente, a quienes nos malgobernaban y nos condenaban a estar en la cola de todas las estadísticas.

También cabría otra explicación para todo lo que nos ocurre; y sería tan fácil como entonar un “mea culpa” coral y admitir simplemente que no tenemos arreglo, que no padecemos ningún síndrome, que simplemente somos acomodaticios, conservadores y conformistas. Que sólo nos preocupa el hoy, que nos da igual qué nos pasó ayer o que nos vaya a pasar mañana.

Joaquín Romero Murube, dejó escrita una cita del escritor romántico francés Teófilo Gautier, que describía la personalidad de la ciudad de Sevilla tras su viaje por Andalucía en 1840: “El recuerdo y la esperanza constituyen la felicidad de los pueblos desgraciados. Y Sevilla es feliz”. 

Hijo de un médico rural y de una modista. Tan de pueblo como los cardos y los terrones. Me he pasado, como aparejador, media vida entre hormigones, ladrillos y escayolas ayudando a construir en la tierra...