manuel-visglerio-21-03-17

El invierno se fue pareciendo verano y la primavera ha llegado con el anuncio de una bajada brusca de temperaturas propia del invierno.

Yo no sé si estas fluctuaciones de las temperaturas son fruto del cambio climático o no, pero lo cierto es que los gases de efecto invernadero están recalentando los océanos, provocando lluvias inmisericordes e inundaciones catastrófica, como está ocurriendo estos días en el Perú y en Ecuador, fruto de un efecto al que llaman “El niño costero”; que vaya un niño con más mala idea.

Fruto de la imaginación de García Márquez derramada en “Cien años de soledad”, en Macondo llovió sin parar cuatro años, once meses y dos días; “Se desempedraba el cielo en unas tempestades de estropicio, y el norte mandaba unos huracanes que desportillaron techos y derribaron paredes, y desenterraron de raíz las últimas capas de las plantaciones”. Parece como si, por arte de magia, el realismo mágico de García Márquez se estuviera haciendo real y la ficción estuviera superando a la realidad.

Para nuestra desgracia lo que está ocurriendo en nuestro planeta no es realismo mágico, es cruda realidad, y el problema es que hay todavía gobernantes que no quieren admitir las evidencias. Son los que empezaron negando el cambio climático y frivolizaban con que las alteraciones bruscas del clima no se debían a la acción del hombre y al mal uso de los recursos, poco más o menos venían a decir, que se trataba de ciclos naturales y que los extremismos del clima eran ocasionales.

Por negar la evidencia, la Inquisición estuvo a punto de quemar vivo a Galileo, a principios del siglo XVII, cuando defendió que la tierra no era el centro del universo y que el planeta se movía alrededor del sol; lo obligaron a abjurar de sus investigaciones y sus evidencias, aunque cuenta la leyenda que tras hacerlo dijo en voz baja “eppur si muove” (y sin embargo se mueve). Trescientos cincuenta y nueve años después el papa Juan Pablo II, pidió perdón a Galileo por su condena injusta.

Ahora los negacionistas del cambio climático, han cambiado de estrategia ante las evidencias; ahora como ya no pueden obligar a Galileo a desdecirse han decidido admitir que existe un cambio climático pero que el hombre no es el responsable de sus consecuencias que lo que ocurre es que estamos entrando, de forma natural, en una nueva era geológica. La argumentación es diabólica: da igual lo que hagamos porque el planeta va a cambiar hagamos lo que hagamos, así que: ¡que siga la fiesta!

Tirititrump ya se ha apuntado al festejo nombrando a un tal Scott Pruitt, como responsable de la Agencia de Protección Medioambiental de EEUU, y ya ha anunciado que va a liquidar las políticas ambientales de Obama contra el cambio climático y que va a reducir el presupuesto de la Agencia en más de un 30%. Para echarse a temblar.

A pesar de la Inquisición, la Tierra siguió girando cada día sobre su eje y cada año alrededor del Sol y hubiese seguido haciéndolo, aunque Galileo hubiera ardido en una hoguera. Nuestro problema, hoy, es que quienes juegan a rebatir teorías, no están haciendo experimentos con gaseoso, están poniendo en juego el planeta que heredarán nuestros nietos. Y a todo esto, que se me olvidaba: ¡feliz primavera!

Hijo de un médico rural y de una modista. Tan de pueblo como los cardos y los terrones. Me he pasado, como aparejador, media vida entre hormigones, ladrillos y escayolas ayudando a construir en la tierra...