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El presidente de los Estados Unidos amenaza, a poco de iniciar su mandato, con establecer aranceles que impidan la entrada de manufacturas más competitivas provenientes del exterior, especialmente en la industria del automóvil.

Tirando de hemeroteca se puede comprobar que esa política arancelaria ya la practicó Estados Unidos durante la Gran Depresión posterior al Crack del año 1929 y la acompañó de acuerdos comerciales bilaterales con países muy concretos como fue el caso de Gran Bretaña, con la que ahora parece querer repetirlo; también es cierto que los Estados Unidos no fueron los únicos que aplicaron esa estrategia, pero una cosa sí está clara, esas medidas coyunturales ayudaron a algún sector económico puntual pero no solventaron el problema de la crisis. El “América para los americanos” no fue solución entonces y supongo que no lo será ahora porque en este mundo global las economías son cada vez más interdependientes y si se quiere que el agua circule, cuando se cierra una puerta es preciso abrir otra, porque la autarquía sólo lleva al atraso y, si me apuran, a la miseria.

En España, de proteccionismo y de autarquía sabemos algo; el proteccionismo del siglo XIX, estableciendo aranceles a las hilaturas catalanas, al acero vasco o a los grandes cerealistas del interior, ayudó a unas zonas del país pero condenó a otras zonas más pobres, como Andalucía, a más atraso y a más pobreza que se agravó con la escalada de precios que provocó la I Guerra Mundial; en ella se crearon grandes fortunas vendiendo al alza los productos básicos a los países beligerantes, mientras se condenaba a muchos a la miseria y al hambre por no poder pagar los desorbitados precios; agravio que se mantuvo durante la dictadura y que de alguna manera hoy permanece

Yo creo, sin ser un entendido en economía, que en estos tiempos en los que la crisis económica mundial nos acecha, lo que necesitamos oír de labios de Donald Trump es que va a llevar a cabo, con la ayuda de las economías más fuertes,  un nuevo Plan Marshall a nivel mundial, como el que salvó a Europa, con sus inversiones, después de la II Guerra Mundial; esa sería la mejor ayuda que Trump podría hacerle a su país: propiciar que exista un mercado mundial donde todos podamos comprar sin marginar a los más pobres, los que sólo pueden vender materias primas porque, al final, ganaremos todos y los norteamericanos serán los primeros en beneficiarse.

Necesitamos un nuevo Plan Marshall, pero antes necesitamos una ONU que sea de verdad un organismo al que se le dé el poder para llevarlo a cabo; una institución a la que todos cedan parte de su soberanía para beneficio de todos, sin excepciones. Una organización con poder suficiente para imponer la paz en los países en guerra, como Siria; para obligar a cumplir sus mandatos a israelíes y palestinos, a marroquíes y saharauis; una organización y un plan que acaben con el paro y la marginalidad en nuestros pueblos y nuestras ciudades; que construya infraestructuras esenciales en los países del tercer mundo para que las personas que viven en ellos, como en casi todos los países de África o de Oriente Próximo, no tengan que jugarse la vida en una balsa cruzando el Mediterráneo buscando una vida digna para ellos y sus hijos; un Plan para que puedan cumplir sus sueños en la tierra que los vio nacer. Necesitamos vivir todos en un mundo mejor y desde luego lo que no necesitamos son aranceles.

Hijo de un médico rural y de una modista. Tan de pueblo como los cardos y los terrones. Me he pasado, como aparejador, media vida entre hormigones, ladrillos y escayolas ayudando a construir en la tierra...