manuel-visglerio-25-octubre-2016

Tras los resultados de las elecciones del 20 de diciembre de 2015, el Partido Socialista ha vivido políticamente en un permanente sinvivir.

En aquella campaña, Pedro Sánchez intentó contrarrestar el avance que daban las encuestas a los partidos emergentes y presentar a su partido como el “único instrumento de cambio real”. Ello le llevó a dar mandobles a Ciudadanos, a los que acusó de “tener mucho que ver con las Nuevas Generaciones del PP” y a Podemos, con el que aseguró que “el PSOE no pactará con el populismo” porque el final del “populismo es la Venezuela de Chávez”.

Aquella estrategia parece que le funcionó, ya que, a pesar de lo que vaticinaban las encuestas, el descalabro electoral no fue tan abrumador y el PSOE continuó siendo la segunda fuerza política, pero en un escenario novedoso en el que se superaba por primera vez el bipartidismo; a partir de entonces serían cuatro las fuerzas políticas encargadas de determinar el juego político.

En el nuevo juego político, dada la situación aritmética de los socialistas, muchos vaticinamos que, hicieran lo que hicieran se iban a equivocar. La razón de aquel presagio se sustentaba en un hecho evidente: el PSOE se había “abisagrado”, valga el palabro; se había convertido en un partido bisagra al que los ciudadanos con su voto le habían dado una llave envenenada; una llave que abría varias cerraduras.

Podían optar por la gran coalición con el PP y se equivocarían, podían hacerlo con Podemos y los Nacionalistas y también se equivocarían. Al final, Pedro Sánchez optó por ponerse de canto y pactó, sin consultar entonces con la militancia, con los que “tenían mucho que ver con las Nuevas Generaciones del PP” y volvió a equivocarse, entre otras razones, porque Podemos, pendiente sólo del “sorpasso”, acabó con su estrategia; algo que confirmaron las nuevas elecciones del veintiséis de junio de este año, en las que los socialistas perdieron cinco diputados.

La nueva situación no hizo nada más que confirmar la posición desesperada del PSOE y su condena a ser partido bisagra con la rémora que ello supone, ya que, haga los que haga, se equivocará y será criticado e incluso masacrado por ello. Es la paradoja permanente, aquella que los lleva a hacer lo contrario a lo que les dicta la lógica. Pero la maldición ante las situaciones a las que se enfrentan los partidos bisagra es que la lógica de unos, no es igual que la de otros; en política la lógica siempre es interesada, y ese interés es tan formidable que ha acabado por fracturar al propio partido.

Al final el PSOE, sin entrar en más detalles para no hacer esta tribuna eterna, ha decidido, sin consultar nuevamente a la militancia, que se abstendrá y propiciará un gobierno raquítico del PP y sin lugar a dudas, se ha equivocado; de la misma manera que se habría equivocado si hubiera pactado con Podemos y los Nacionalistas; pero esa es, paradojas de la vida, la eterna maldición de los partidos “abisagrados”.