13-sept-2016-visglerio

Después de años de penurias, para unos más que para otros, en los que hemos estado sufriendo los efectos de la crisis económica que provocó el estallido de la burbuja inmobiliaria, resulta que el Banco de España ha reconocido esta semana que de los 51.303 millones de euros de dinero público que prestamos por “cojones”, entre todos, valga el exabrupto, para recapitalizar el sistema financiero sólo se han recuperado hasta la fecha el 5%.

La noticia viene acompañada de un dato muy preocupante que, a mí al menos, me parece gravísimo y lamentable: resulta ahora que, según el Banco de España, de los 51.303 millones de euros de dinero de todos, 26.300 millones de euros se dan por perdido para siempre; estamos hablando de que más del 50% del dinero proveniente de las arcas públicas no se va a recuperar. Lo dicen y se quedan tan panchos.

Nos vendieron la milonga de que teníamos que inyectar dinero en los bancos porque no podíamos dejar caer el sistema financiero; y, con ese objetivo, no sólo se les inyectó dinero público, sino que además se creó un banco malo para que se hiciera cargo de los activos tóxicos inmobiliarios de la banca. De manera que miles de familias perdieron sus viviendas, sus ahorros y sus empresas por no poder hacer frente a sus hipotecas sin que se les ofreciera una moratoria de pagos y, en cambio, el Estado salió al rescate de los accionistas e inversores bancarios; algo que no llegó a ocurrir ni en el supuesto paraíso del capitalismo como es Estados Unidos.

Aquí no sólo lo hicieron, aquí, más chulos que un ocho, fueron a más, y el PSOE y el PP se pusieron de acuerdo para reformar, con nocturnidad y alevosía, el artículo 135 de la Constitución, estableciendo la “prioridad absoluta” para el pago de la deuda de todas las administraciones públicas con los bancos.

Con la reforma constitucional comenzó la fiesta de los recortes que principió Zapatero y ha culminado Rajoy; sólo en educación y sanidad se han dejado de presupuestar durante la crisis más de 16.000 millones de euros. De manera que parte del dinero de los sacrificios decretados por “cojones”, con perdón, que han sufrido los pensionistas, los trabajadores en paro, las familias con dependientes, los estudiantes sin becas, los funcionarios, y un larguísimo etcétera de damnificados, que nos decían que había que insuflar a la banca porque merecía la pena en aras de recuperar la actividad económica y el empleo, se van a transformar en dividendos para los accionistas.

A pesar de que nos prometieron que, una vez salvado nuestro sistema financiero, todo el dinero prestado a los bancos, fruto de tanto sacrificio, lo recuperaríamos con sus intereses parece, cada vez más claro, que no lo volveremos a ver; y que al final, como suele ocurrir, acabaremos pagando los justos por los pecadores.

Hijo de un médico rural y de una modista. Tan de pueblo como los cardos y los terrones. Me he pasado, como aparejador, media vida entre hormigones, ladrillos y escayolas ayudando a construir en la tierra...