manuel-visglerio-5-julio--2016

Para aquellos que no hayan jugado nunca al dominó, la ficha que se corresponde con la blanca doble, es decir la que no tiene ninguna marca, les podría parecer que no tiene ningún valor, pero se engañarían porque con ella existe la misma posibilidad de ganar y de perder una partida.

Lo mismo ocurre con la doble moral que, aunque parezca una actitud hipócrita que dice muy poco de quien la práctica, lo cierto es que alimentando esa doble moral muchos limpian sus conciencias y algunos hasta llegan a ganar elecciones. Sé que lo que voy a decir a partir de ahora, posiblemente, es política y socialmente poco ortodoxo; en el dominó no es bueno que a uno le “ahorquen” la blanca doble, pues eso indicará que no ganará la partida, pero en cuestiones de doble moral, aunque me enmienden la plana, yo voy a decir lo que pienso y me voy a meter en el berenjenal de los que la practican sin pudor.

Podríamos empezar por lo más actual, por el último atentado ocurrido en Bagdad en el que los terroristas del Estado Islámico han segado la vida de más de doscientas personas y han herido a otras tantas, frente a una popular heladería. Ahora no se ven en los perfiles de las redes sociales banderas de Irak, ni proclamas del tipo “je suis Mohamed”, como muestra de solidaridad con las víctimas, algo que sí hizo la doble moral con el atentado de Francia o de Bélgica; actitud absolutamente reprobable desde un punto de vista moral.

¿Acaso las criaturas que han muerto mientras compraban un helado en Bagdad merecen menos solidaridad que los masacrados en un vagón de metro de Bruselas o en un bar de París? ¿Qué superioridad moral se arrogan algunos para deplorar el asesinato de 70 mujeres y niños cristianos en la ciudad paquistaní de Lahore, y mostrarse indiferentes ante el asesinato de 148 niños musulmanes en una escuela de Peshawar, cuando los asesinos son los mismos? El valor de la vida de un niño depende casi siempre de una frontera, de una religión y de una ideología; su futuro estará siempre al albur del lugar de su nacimiento.

No es lo mismo, por ejemplo, venir al mundo en Marruecos que en los campos de refugiados saharauis; ese asunto aquí lo conocemos bien porque llevamos años acogiendo a niños saharauis que están sufriendo unas condiciones de vida muy difíciles. Siempre me pregunté la razón por la que jamás hemos sido solidarios con esos otros niños que viven en Marruecos y no les hemos procurado también unas vacaciones en paz alejados de la guerra diaria de su miseria. Cuál es el estigma de esos niños, que son tan moros como los otros, para que no reciban nuestra solidaridad, ¿haber nacido en un lugar políticamente inadecuado?

Hijo de un médico rural y de una modista. Tan de pueblo como los cardos y los terrones. Me he pasado, como aparejador, media vida entre hormigones, ladrillos y escayolas ayudando a construir en la tierra...