Tendemos a generalizar  porque a veces es más sencillo clasificar las cosas así. Hoy día hemos generalizado y casi criminalizado la televisión. Es basura, y admitir no verla es un alto signo de intelectualidad; y aunque este tipismo en parte es merecido, voy a hacer de abogada del diablo un poco.

Mercedes Serrato. Yo crecí con la televisión, presenciando cómo nacían nuevos canales. Me gustaba, y sinceramente, creo que aprendí mucho de la pequeña pantalla. Por supuesto mi educación no se limitaba a eso, pero era un aporte.

Hoy en día entiendo que quizás es algo complicado aprender de la actual programación, y hay que ser selectivo con lo que nos sentamos a ver. A pesar de esto, me da pena la (en muchas ocasiones) merecida fama que la “caja tonta” tiene.

Los programas supuestamente de corazón copan la noche y la tarde, los reality shows de vida en directo, ya sea en una selva, cantando, haciendo el vago o dejando que conviertan a una poligonera en una reina del glamour son iniciativas que parecen no tener fin. La producción de series parecía una luz al final del túnel, pero los temas elegidos o el tratamiento inculto de los mismos parece que no ha remediado tanto la cosa. Parece que mi defensa no es tal, y es que hay que ser realista. En mi opinión hay rayas en el agua, muchas de estas provienen de canales  de pago, lo cual es una pena, pues no son accesibles para todos. Admitir que veo la 2 es algo que suele hacer reír a la gente, pero es cierto. No veo documentales de naturaleza, personalmente nunca me llamaron la atención, soy más de Saber y Ganar o documentales de otro tipo.

Pero todo esto viene provocado por un cabreo que vengo manteniendo desde hace tiempo. Mi defensa de la televisión pasa por una crítica. Como he comentado antes, todo el mundo critica la programación de la tarde-noche  y yo me pregunto ¿y la mañana? Nadie dice nada, y  yo creo que puede ser la peor franja horaria. Todos los programas están o parecen estar destinados al ama de casa. Evidentemente desde mi madre hasta la  última mujer de este país que ejerce de “coordinadora familiar” como dice una amiga mía, me produce un profundo respeto, quizás más respeto que el que le despiertan a quienes idean las programaciones de esos programas marujeros, consagrados a hablar de cotilleos, sucesos escabrosos que intentan pasar por actualidad, rematado con consejos caseros y una receta de cocina. Pensar que otro tipo de público está en casa por las mañanas parece imposible para quienes  creen poseer la fórmula de la Coca-cola, disputándose el reinado mañanero a base de dar todos lo mismo con diferentes caras. Incluso darle al público que suponen que es su audiencia potencial un contenido de calidad no parece que le inquiete a nadie.

Así que a pesar de todo esto, por raro que parezca, sigo defendiendo la televisión. No pasa por su mejor momento, pero tengo la esperanza de que podría ser grandiosa.

En cuanto a las mañanas, si me admiten un consejo, mejor apagarla, dejar a todas esas presentadoras insulsas que quieren pasar por juveniles haciendo un espantoso ridículo, y pongan la radio, que sí aporta una oferta informativa y al menos, más variada.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...