Le conozco, que lo sepa usted. No es que sea bruja, ni antropóloga, ni nada parecido. Yo he vivido, y de ese simple proceso, que a veces es bien complejo, he conocido gente, gente de todo tipo, no los enumero porque sería una pérdida de tiempo, lo vamos a dejar en eso, de todo tipo, y aunque no me guste generalizar, en muchas ocasiones, conocido uno, conocidos todos.

Mercedes Serrato. He tenido ocasión de cruzarme con esa gente que por azares del destino no pudo fusionar su vocación con su profesión. En muchas ocasiones eso es una pena, en otros, en los que yo hoy voy a tratar, la pena es para quienes lo padecemos. Ya lo comenté una vez, en este país, en que nos gusta escandalizarnos a diario con la juventud y los adolescentes, en que adoramos despotricar de falta de educación o pérdida de valores, en esta piel de toro con sus ínsulas y ciudades autonómicas hay tan poca empatía que nadie piensa en la otra cara de la moneda. Nadie se para a pensar en ese alumno o alumna, paridad siempre no vaya a ser que me busque más problemas, que va a clase cada día, venciendo a la desgana y el hastío que en tantas ocasiones eso le produce.

Y se sienta en una clase, generalmente verde, que dicen que relaja, y en su incómoda silla verde, ante su pequeña mesa pintarrajeada, se dispone a la ardua tarea de que usted se le plante delante. Y usted, que pasa desapercibido de las críticas de esta sociedad, sin ninguna vocación docente, amparado por esa licenciatura que en muchas ocasiones sólo fue producto de lo que su nota selectiva le permitió, se dispone a dar clase, porque usted solo hace eso, da clase. Usted no enseña, no estimula al aprendizaje… Generalmente usted, al igual que sus alumnos preferiría estar en cualquier otro lado, satisfaciendo quizás la frustración que le provoca no poderse dedicar a lo que le habría gustado. Usted se limita a un temario, a hacer exámenes y corregirlos, garabatear un parte de asistencia, pedir silencio en todo momento, no vaya a ser que las inquietudes de esos jóvenes perturben otra mañana que desea que pase rápido. Y luego, con sus calificaciones, en muchas ocasiones decide destinos, marca vidas, dirige caminos; pero eso a usted no le importa, sólo desea cruzar la verja…

Y lo peor de esto es cuando yo me tropiezo con sus comentarios, en su tertulia de barra, en sus comentarios sueltos, en algún medio escrito, de mayor o menor formato;  y en estos comentarios usted repite como un loro su discurso negro sobre la juventud, el sistema educativo y demás cosas que le incordian a diario, y muchos le ríen y le aplauden, muchos como usted. Pero yo le conozco, se lo dije, lo he padecido en forma de hombre y mujer, en muy diferentes asignaturas, al igual que he tenido la suerte de encontrar profesores antagónicos a su forma de vivir lo que ahora llamamos docencia.

Pero lo dicho, a veces al menos se consigue que usted se dedique a lo que realmente le hubiera gustado desde un principio, y generalmente le acabamos padeciendo quienes gustamos de disfrutar de diferentes medios de comunicación, pero bueno, al menos queda el consuelo de saberle lejos de las aulas…

Así que siga dedicado a sus menesteres, invente, despotrique y convenza a los convencidos de que todo es una basura, que yo sé lo que pienso, porque yo a usted le conozco.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...