mercedes-serrato-19-06-17

La semana ha dado para mucho; con puente para quien lo haya tenido, habrá sido algo más liviana. A mí se me ha hecho eterna y pesada, de manera que en la noche del domingo que escribo esto, casi no me quedan fuerzas para teclear, y eso que tengo fama de aporrear teclas con innecesaria energía.

No voy a descubrirle a nadie, a estas alturas de lo comentado y analizado, lo ocurrido en la Moción de Censura. Cualquiera que me conozca un poco puede imaginarse que lo más desagradable del hecho para mí ha sido la manifestación innecesaria de que Rafael Hernando sigue teniendo derecho a hablar en la tribuna que debiera representar la voz ciudadana. Claro, que tal vez lo peor es que así sea, y sus palabras son el catalizador de quienes aún creen que una mujer no puede tener más mérito que emparejarse convenientemente, y que para un hombre no hay mayor humillación que el de ser superado por una fémina, plus del escarnio si es su novia.

El PSOE se posiciona en contra de alquilar úteros. Amelia Valcárcel lo celebraba en Twitter mientras yo me niego a utilizar eufemismos como «maternidad subrogada» o «maternidad por sustitución». Como el lenguaje crea y destruye concepciones sociales, a mí no me convencerán con mamarrachadas que ni subrogan ni sustituyen.

Esta cuestión daría no sólo para un artículo completo, sino para una serie de Graderíos extensa y probablemente polémica.

Pero como ya he dicho, estoy agotada de forma física y mental, por lo que sólo pretendo reparar en un hecho paradójico.

Mientras el PSOE se posiciona contra este fenómeno, que no por ilegal es más frecuente en nuestra sociedad, el PP camina a favor de la ¿progresía? que regularizaría la espinosa cuestión.

Permitan que gaste las últimas energías que me quedan en reírme, no sé si del PP, de la situación o de mí misma por sorprenderme.

O sea, el partido que no quería casar peras con manzanas, o dos manzanas entre sí, que ya ni recuerdo aquella parida…El mismo PP que no dejaba a las mujeres decidir sobre su cuerpo y sus embarazos, ahora, por un extraño fenómeno capitalista, nos quiere, y aquí vienen las carcajadas, dar la libertad de dar vida a las criaturas de quien pueda pagar ese servicio de una forma u otra.

Este discurso de la libertad femenina es el mismo que se emplea para justificar que guapísimas azafatas en minifalda acompañen a viriles deportistas como mero exorno del momento.

Y es que es todo muy curioso. Podemos tener libertad para ser mujeres objeto, y dentro de los objetos, para ser mujeres contenedoras de vida de quien quiera disponerlo así. Libertad de adornar y de ser madres de pago, no así para reclamar pantalones o decidir sobre algo tan complicado como el aborto. Y por supuesto, como ya hemos visto esta semana con el señor, por decir algo, Hernando, no tenemos libertad para ocupar su espacio y el de sus amigotes sin que se nos juzgue por ello, ni para hacerlo bien sin que eso sirva para ridiculizar a otra persona o para que se cuestione con quien nos acostamos o dejamos de hacerlo.

Las mujeres podemos tener todas las libertades según el ideario gaviotero, pero siempre será una libertad para ser aquello que ya se dijo una vez: libertad para no existir, para ser la construcción de lo que los hombres quieran que seáis.

Y que quieren que les diga, que mis libertades las elija gente como Rafael Hernando, es para pensarse el exilio, como poco.

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...