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En nuestra sociedad, la muerte se ha desterrado tanto de la cotidianidad que casi es un tema infrecuente, salvo para estadistas, profesionales de la medicina y el campo filosófico. Todo lo demás son tanatorios enmoquetados, cifras asépticas de gente que deja de existir y eufemismos varios.

Comentaba Javier Callejo en un curso sobre grupos de discusión, que para sondear la opinión de la población española sobre la eutanasia, se utilizaron todo tipo de epítetos absurdos para no abordar el tema de forma frontal, lo cual habría indispuesto a la gente a hablar de eso…

Nos aterra pensar que la vida pueda terminarse, porque eso nos haría pensar que la nuestra también podrá hacerlo en determinado momento, lo cual es más duro aún que afrontar la muerte ajena.

Escucho en la radio a Marieke Vervoort hablar de sus planes de vida, o de muerte, según se quiera entender. Ha retado a la vida, a la enfermedad, a sí misma. Su cuerpo le manda señales, afirma tranquila. Le dice que ya es suficiente y ella comienza a prepararse para un final que necesita y quiere decidir.

Nos aterra ese espejo, como a mucha gente le aterraba la película «Mar adentro». Ramón Sampedro era el paradigma de una persona vital que por circunstancias ajenas, puede desear no seguir viviendo, porque la vida ya no responde al concepto que de ella tenía.

Creo que fue en esa película donde se dice la frase de que no es posible morir con dignidad, porque lo único digno es vivir.

Esa frase es popular en la parcela bioética de los movimientos pro diversidad funcional, donde, en algunos círculos, Sampedro es poco menos que un traidor para quienes reivindican nuevas formas de entender la vida y su desarrollo.

Como tanta gente, veo a Évole surcando el mar, con embarcaciones atestadas de personas que intentan escapar del miedo camino de la incertidumbre.

La frase que había recordado por la mañana vuelve a mi cabeza en forma de pregunta ¿lo digno es vivir?

¿Cómo? ¿Cuándo? ¿En que condiciones? ¿Cómo se vive dignamente si todo está en contra?

En otros siglos, o en la actualidad en otras partes del mundo, la muerte es otra cosa. Algo que puede pasar, o no. Algo que llega más pronto que tarde. Algo tan sumamente impredecible que no queda otra que prepararse.

Lo nuestro es otra cosa, nuestro mundo se rige por otras normas. Las muertes de las personas cercanas y las que se ven por la tele, que prácticamente no duelen.

¿Lo digno es vivir o morir? No lo sé, ni sé si alguien lo sabe. Sólo sé que vivir de espaldas a determinadas realidades no conseguirá que no existan, aunque tengamos la facilidad de apagar la tele y la radio cuando la verdad sea demasiado cierta.

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...