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No sé si es la crisis, o mi desastrosa forma de acompasar la vida, o el destino, o la entropía, pero hay veces en que este reinventarse perpetuo, este riesgo de la vida sin redes, en los días sin certezas, pesa mucho.

Dijo Voltaire, a saber cuando y donde: «La incertidumbre es una posición incómoda. Pero la certeza es una posición absurda». La verdad es que proporciona gran consuelo esto de que un ideólogo revolucionario sitúe tu lamentable estado en algo deseable, pues lo contrario se define como absurdo. Pero la realidad es que este señor permanece en su tranquilo reposo en el Panteón de los Franceses ilustres, y yo ando aquí, absurda y con incertidumbre.

Como ya no existen los trabajos para toda la vida con buen sueldo, según los millonarios gurús del empleo en España, a cada poco te ves en el interrogante de qué hacer con tu vida y cómo.

De los mil errores que he podido cometer a lo largo de mi existencia, últimamente pienso que el mayor de ellos ha sido elegir la rama social, la rama más cercana a la gente, a la vida, al intrincado mecanismo de relacionarse con el medio y en los márgenes de este. Algo, en definitiva, de lo que todo el mundo cree que sabe, y casi nadie tiene idea. Si me dedicara a las Ciencias Naturales, nadie me discutiría cuestiones de biología molecular o física cuántica. Pero por haber elegido la ciencia del día a día, es también diariamente cuando debo soportar opiniones bizarras, razonamientos peregrinos, manifestaciones machistas cristalizadas de mil maneras y un sinfín de despropósitos que ya intento ni discutir, porque ¿para qué?

Y en este estado de cosas, dedicarse a la investigación: el remate de las desgracias. La investigación y España, España y su ignorancia enquistada. Cuando se han cerrado centros de investigación y laboratorios donde se buscaban soluciones biomédicas a la vida de la gente, hay que ser muy kamikaze para pensar que habrá un hueco para ti, que ni siquiera estudias fenómenos mayoritarios con prestigio social reconocido.

Sólo hay una explicación; la cabezonería. El negarte a asumir que las cosas están como están. El férreo empeño de que algún día todo cambiará, y tal vez tu habrás impulsado, mínimamente, ese cambio. Y por último, la convicción de que sí investigas cosas importantes, aunque no lo parezca a ojos profanos, el saber que tienes algunas claves y herramientas más que la gente que se ríe de que Garzón utilice el término «heteropatriarcado», palabra que por supuesto ha salido por aquí más de una vez, y lo que te rondaré morena.

Aún no hace un año que me fotografié en la tumba de Voltaire, durante unas vacaciones en que también la incertidumbre era una nube que me envolvía por donde quiera que fuera, porque ya lo he dicho, las circunstancias obligan a que te reinventes a cada poco. ¿La diferencia entre ese momento y este? Que ahora he subido un escaloncito más, y eso, en el tiempo de la incertidumbre, debería ser motivo de alegría, aunque simplemente sea cabezonería. 

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...