Escribo esto en un domingo de pijama y paracetamol, mientras en las redes sociales la vida fluye entre fotos de madres, vindicaciones laborales y pocas alegrías futboleras.

La verdad es que últimamente paso demasiado tiempo leyendo, escribiendo, debatiendo y pensando sobre la maternidad. Es, aún en este siglo, complicado separar el binomio mujer madre, llevándote casi a pensar que la primera no es completa si no se transforma en la segunda.

Hace tiempo que no hago una manualidad para mi madre, ni cola en la floristería para comprar algún ramo primaveral. Sin embargo, hace unos años, en Diciembre, cuando ningún convencionalismo social, religioso, o comercial se imponía, en la tienda de recuerdos del Museo del Prado, le compré a mi madre un abanico que tenía estampado la pintura de Gauguin, El mes de María. Más cerca del folclore de las Islas Marquesas que de lo que a este lado del mundo entenderíamos por ese mes y esa advocación, el pintor describe de un trazo, con esa combinación de imagen y título, la traducción antropológica que las religiones hacen en cada cultura de las verdades primitivas. La explosión primaveral del mes de Mayo, las flores, la adoración a la Virgen y a la Tierra es al fin una misma cosa, la feminidad creadora de vida.

Puede que a Paul no le interesara nada el ecofeminismo y los movimientos postcoloniales, aunque su pintura pueda ilustrar tan bien esas cosas, pero ese cuadro logró que a destiempo, le hiciera a mi madre el regalo más maternal del mundo.

Y es que como decía al principio, pienso demasiado en las mujeres y la maternidad últimamente; de forma ajena y personal. Pienso en todas las amigas que ya celebran hoy este día de forma diferente porque ya son madres; la última lo fue hace dos días. También pienso en que a estas alturas de mi vida, a diez minutos apenas de renunciar a tener descendencia, voy a tener que explicar muchas veces esta decisión en el futuro, al contrario que la mayoría de hombres que decidan lo mismo. Hace poco leí a Maribel Verdú decir que nadie le pregunta a Luís Tosar que por qué no tiene hijos. Y es así, soltera, casada o viviendo en una comuna, no se entiende que ser madre sea opcional, aún se concibe como la finalidad inequívoca de cualquiera que tenga útero.

Y entiéndanme, no desprecio la maternidad, sólo es que no es mi opción, pero admiro profundamente a todas aquellas que se lanzan al reto de traer nuevas vidas a este mundo, más en un país como este, que ayuda poco o nada a dicha tarea, olvidando que esas criaturas son un bien para cualquier sociedad, uno que habría que cuidar más.

Nuestro sistema se descarga de responsabilidades gracias a las familias y a la nueva generación de supermadres, en ocasiones con mucho agobio por no cumplir todas las exigencias que la cultura impone, en ocasiones con una dedicación extrema, en ocasiones con tendencias de la nueva ola, renunciando a vacunas, con la lactancia por bandera, porque cuando el binomio mujer madre se invierte, la cosa puede salir por cualquier lado…

Luego están las otras madres… Rosa Montero ha reeditado recientemente artículos de los ochenta. En uno de ellos, hablaba de esas madres que maltratan o abandonan a sus criaturas. No es cuestión de disculparlas, es sólo señalar que cuando se descubren esos casos, nadie busca excusas, nadie se pregunta que hizo mal la sociedad para que alguien acabe así, nadie acusa al padre, que responsable igualmente, permitió todo eso. También ellas son madres, nos guste o no. Pero en su caso todo es más grave, ellas han renunciado al instinto maternal, ese maravilloso mito.

Reducir la cuestión a que las madres son buenas porque viene en su ADN como si del cromosoma de Lombroso se tratara, es negar el hecho de que amar a tu descendencia es una elección, un acto de generosidad inmenso, algo que se decide, se construye y se trabaja. No hay que quitarle valor aludiendo al instinto, como si no hubiera mérito en todas las personas que de forma responsable deciden hacerse cargo, por el medio que sea, de una pequeña persona.

¿El día de la Madre? Viñetas de Mafalda, no digo más, con ellas me criaron y con ellas sigo. Tal vez mi madre, que me las dio a conocer, prefirió tener una hija contestataria a cursi.

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...