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A mitad de semana, me comentaba un compañero de sección su sorpresa por ciertas críticas sin fundamento a su última columna. Yo sé que a mí me van a caer a raíz de esto, y algunas con mucho fundamento porque sé que vendrán de personas conocidas y conocedoras de la materia feminista; pero ya saben lo del escorpión de la fábula, es mi naturaleza.

Hasta la saciedad se comentó el tema de que Carolina Bescansa llevara al pequeño Diego al Congreso de los Diputados, y sin embargo tengo la sensación de que ha sido un debate muy estéril y en algunos casos tan absurdo que casi mejor haber hablado de la mosca de la fruta, pues el personal parece entender lo mismo de un tema que de otro.

Lo mejor de todo es que aún hay quien cree que el feminismo es algo que consiste en un machismo invertido, o que hay feministas que criminalizan el tener hijos. Nada más lejos de la realidad, aunque tanta gente lo desconozca. El llamado Feminismo de la Diferencia, hijo legítimo del Feminismo Radical, aboga por una maternidad que en ciertos casos a mí me parece extrema. Y es que es desconocido para el gran público que lo ideal es hablar de feminismos, pues existen muchas formas de entender las reivindicaciones femeninas, y mucha contradicción, controversia y debate entorno a ellas, ya que si algo abunda en estos movimientos es la crítica y autocrítica… Se les podría pegar algo a otros sectores.

Admitiendo las mil formas que hay de entender una misma cuestión, sólo hablaré desde mi opinión, como columnista, como persona, como mujer, como feminista, como potencial madre a merced de la biología. Me dan escalofríos estos movimientos que encumbran la supermaternidad, que llevan a dimensiones místicas el hecho de ser las dadoras de vida, que acaban realizando juicios sobre lo que es una buena crianza sosteniendo la lactancia hasta los cinco años, porque afectivamente es genial y le darás al fruto de tu vientre tantos anticuerpos que despreciarás con escupitajos las vacunas inventadas por los falócratas de la industria farmacéutica. Del mismo modo y en sentido contrario, desprecio profundamente a los hombres y mujeres que han puesto a caer de un burro a la diputada cuando nunca antes en su vida se han parado a reflexionar en el derecho e incluso el deber que para una mujer implica la procreación, el beneficio social que supone para cualquier sistema y la de pegas y trabas que se ponen desde las administraciones, los sectores empresariales y el pueblo llano.

Carolina Bescansa tiene un trabajo fijo que no le asusta perder. Por eso ella puede llevar al bebé y tantas otras mujeres no. La cuestión es tan simple, según afirmó ella misma. Lo hizo porque muchas mujeres no pueden, para reivindicar en su nombre, para visibilizar. Hasta ahí puede estar más o menos claro el tema pero ¿es eso lo que las madres quieren para conciliar? ¿llevar a la progenie al trabajo? ¿seguro? Yo tengo muchísimas dudas a este respecto, ya no sólo por lo de que el Congreso tenga guardería, que como herramienta de conciliación me parece genial, sino porque creo que redundar en el concepto de mujer como un símil universal de madre y cuidadora, no es lo primordial en este estado de cosas.. De la información con tintes despectivos que circula por whatsapp sobre que la diputada tiene una persona contratada, no haré alusión; hasta ahí podía llegar la broma de darle bola a quien vive para desacreditar sin aportar. Pero lo que más me pone los pelos de punta del asunto es que Carolina no llevó a su hijo a cualquier centro de trabajo, fue al Congreso de los Diputados, y entiendan por dónde voy. No lo llevó al templo de la democracia ni al símbolo de la libertad nacional… Lo llevó al sitio donde se maneja nuestro futuro, donde se decide sobre nuestras vidas, donde perversamente nacen las manipulaciones, se planea cómo conducirnos y reconducirnos y se fraguan amistades y amiguismos entre una clase política que suponemos enfrentada y más bien se come a besos. Allí, donde se afora la corrupción para poder blindarla, trabaja esta buena mujer, ya es suerte la suya, o no. El sitio llega a parecerme tan indecente que antes llevaría al fruto de mis entrañas a un matadero a que viera despieces de carne que a ese perverso lugar. Fíjense el nivelito de las señorías, que hasta se permiten el cachondeito de votar al niño, perfecto, descojone de risas a costa de nuestro tiempo y nuestros ingresos; que ustedes lo pasen bien.

Desde que ví a Bescansa con su hijo me acordé de algo que hace no mucho publicó mi amiga Ángela Valcárcel, que además de feminista tiene una mente privilegiada para razonar. Precisamente puso una foto de una diputada europea que hizo lo mismo que Carolina y la comparó con otra imagen de una mujer africana que trabajaba en una mina llevando a su hijita. Obviamente esa segunda mujer no habrá oído hablar jamás de feminismo de la diferencia ni de ningún otro, ni tendrá idea alguna de qué es la conciliación, y maldita la falta que le hace.

La reivindicación de nuestra diputada se apoya en el argumento de la visibilización, y bajo este punto de vista, es complicado no comprárselo, pero no debe olvidarse algo: la visibilización es un lujo hijo del capitalismo, y como tal, es accesible sólo a una pequeña proporción de la población mundial.

Personalmente, la visibilización, tan necesaria, me da miedo. No siempre es manejable, como ha ocurrido en este caso, no todo está permitido y no todos los medios me valen para lograr un fin. Puedes intentar visibilizar lo que quieras, pero el mensaje que llegue puede ser el que se pretendía, o no. A esas madres que no disponen de las facilidades de Bescansa para acceder a herramientas de conciliación les ha podido molestar esta instrumentalización de un problema que no se acabó el miércoles pasado, ni mucho menos. La visibilización no depende de quien la crea, también de quienes la difunden, con sus intereses respectivos, y este doble filo es el que me termina de escamar ¿por qué? porque a estas alturas de la película ya tengo el colmillo muy retorcido, porque Pablo Iglesias prometió su cargo en LSE para visibilizar esa realidad social, y como eso no interesa, se han hecho eco los medios con cuentagotas, y a otra cosa, que la comunidad sorda vende menos que un bebé.

El Peñafiel de SA, porque sí, en este medio la guasa a nivel interno no es baladí, me decía que estaba cansado de que la maternidad fuera tema de controversia y debate. Desde aquí te lo digo querido mío, la maternidad es materia de eso porque aún no está resuelto el asunto ¿Por qué no lo está? Siendo reduccionista y algo burra, que caprichos también tengo, es porque paren las mujeres, que si parieran los hombres la cosa estaría más que clara desde hace tiempo, igual que si los hombres menstruaran esos días serían de baja obligada en el trabajo y lo tendríamos tan asumido…

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...