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Hace un tiempo, buceando en nuevas vías de investigación, cayeron en mis manos algunos trabajos sobre Género y Urbanismo.  Habrá quien ya esté despotricando mentalmente en previsión de una de mis parrafadas feministas. Me congratula saber que el vecino Germán Jiménez no será uno de ellos al menos.

Como decía, entré en el mundo del urbanismo y sus influencias patriarcales. Además de un proyecto de investigadora, soy persona, incluso podríamos afinar el concepto diciendo que soy una persona muy simple.  Suponía que empezaría a leer algo que manifestara de forma física la heteronormatividad en la fisonomía de las ciudades: enormes edificios que compensen carencias fálicas, acogedoras construcciones uterinas que nos hagan volver a la protección del seno materno… Nada más lejos de la realidad, al menos a grandes rasgos. Los trabajos que encontré hablaban de cómo los roles asociados a los géneros organizan la estructura de la ciudad. Por más que el mundo evolucione, hay cosas que permanecen. Los colegios, las escuelas infantiles e incluso los centros de secundaria tendrán alrededor o en sus proximidades mercados, comercios relacionados con la alimentación, el hogar, la escuela. Las mujeres, cuidadoras naturales, necesitan tener cerca las cosas que faciliten su labor. Una vez que se dejan los retoños en los centros destinados a su educación, las mujeres deben proveer pan, cuadernos y pijamas. Según estos trabajos, en los polígonos industriales o centros financieros será complicado encontrar una frutería o una tienda en que vendan patucos y baberos. Los hombres, atareados en importantes cuestiones no van a comprar naranjas ni antes ni después de trabajar. El marketing, ciencia que se sirve interesadamente de tantas otras, ha proporcionado una epistemología lógica y justificativa a todo esto; ha forjado el puente entre los roles y el business.

Ahórrense decirme que hay excepciones, que existen hombres que hacen la compra y mujeres que trabajan en centros financieros. Obviamente lo sé, y también obviamente las excepciones no quitan que lo expuesto hasta ahora sea tan cierto como empírico.

La ferretería más popular de mi barrio echaba el cierre. Uno de los empleados ha aprovechado lo que las nuevas corrientes llaman su know how, y ha montado una ferretería por la misma zona. Comentando como había llegado a elegir ese local, empezó a desgranar su procedimiento. Había descartado el de la antigua ferretería por motivos económicos. Había rechazado otro porque tenía árboles y veladores que lo tapaban mucho, a lo que añadió que las mujeres no pasaban mucho por esa acera, dibujando sobre un mapa imaginario en el mostrador, el recorrido habitual de la fémina tipo de aquél barrio. Me saltó la alarma: Me encontraba ante un sociólogo que no sabía que lo era… El individuo continuó su relato. Había un tercer local, el cual era inviable económicamente y por espacio. Categóricamente dijo que no tenía mostrador suficiente, y que las mujeres no irían a una ferretería sin unos determinados metros de mostrador. Maldita sea, ¡había encontrado un experto en patriarcado y urbanismo! La cátedra continuaba; la exposición derivaba en que nadie entendía que él tenía que montar un negocio de barrio destinado a las mujeres, pues allí apenas tenía clientes masculinos, el mercado era femenino claramente. Su marketing era impecable. Mi madre vió mi cara iluminarse como la de aquel Gusy Luz con el que yo dormía de pequeña y advirtió al ferretero con media frase de que había tocado un resorte clave. Ojo, no pienso que el ferretero sea un falócrata ni nada parecido. Pretendo ser una científica, las consecuencias el tiempo las dará, pero estaba absolutamente admirada de que ese hombre hubiera desgranado, con claridad y sin complejos, cómo funcionaba el mundo. Le expuse de la forma más breve y menos pedante que pude lo del patriarcado en la ciudad. El tipo estaba absolutamente de acuerdo conmigo, al fin y al cabo, él había disertado por sí solo los roles, los espacios públicos y el marketing aplicable; su descuento en sartenes es muestra de ello.

La lástima es que no hay tantos hombres como el ferretero, ni siquiera en las universidades.

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...