No sé quien inventó lo de la sevillana manera, pero debió ser una persona que cansada de no saber cómo explicar lo inexplicable, como describir lo contradictorio, lo hipócrita y en escasas ocasiones, lo maravilloso, se sacó de la manga el término para ahorrarse pormenores.

Decían aquello de que perro no come perro, pero a la sevillana manera a veces sí. Nunca pensó ese psiquiatra del que no quiere hablar abiertamente el periódico de las tres letras ni otro diario local, que se atreverían sus pacientes a desvelar lo que al parecer ocurría en algunas sesiones nada profesionales.

Probablemente imaginaba que ellas y ellos tenían mucho que perder, mucha vergüenza que pasar, soportar el escándalo no era un precio barato, y ahí radicaba esa seguridad personal que le permitía andar por la Alfalfa y por el mundo como si del pasillo de su casa se tratara.

Resultó que perro sí comía perro, que esto no lo iba a destapar una paciente cualquiera… Es muy de la sevillana manera supeditar la credibilidad a la clase social, al dinero y la casta, pero bienvenidas sean estas variables si ayudan a que respiremos un aire menos tóxico. Por supuesto, sin dejar el modismo hispalense, hay quien defenderá a este señor a ultranza; ciertas personas parecen y ojo, sólo parecen, dispuestas a entregar hasta la última gota de su sangre por la presunción de inocencia. El argumentario es conciso, alegan que no se pueden hacer juicios mediáticos ni linchamientos públicos.

Imagino que esta «Guardia de la Moral Cívica» jamás opinó sobre el caso Marta del Castillo y apagó la televisión cuando José Bretón salía a la palestra. Otra baza que a mí me fascina; te sueltan sin reparo que quienes denuncian no andan bien de la cabeza ¿en serio? Podríamos abrir un debate sobre salud mental, debate que ya de por sí es candente entre los propios profesionales de la materia desde diversas disciplinas y corrientes, pero sin llegar a esto, baste decir que es de cajón de caoba que a la consulta de un psiquiatra no acude gente exenta de problemas, así, como dato que tal vez se les escapa. Y hay una excusa que personal y particularmente me resulta vomitiva. Cuando ya los argumentos son incontestables, hay que buscar el lado lastimoso del asunto.

Sin pudor de ninguna clase, con su golpe de pecho digno de, sí, la sevillana manera, te dicen que este señor ha hecho muchísimas cosas buenas, como la puesta en marcha de un proyecto benéfico que da de comer a un cuantioso número de criaturitas del Señor. Ahí está, la socorrida alfombra de la caridad, siempre al servicio de la mancha de la conciencia, el paño adecuado que limpia todos los pecados habidos y por haber.

Dijo cierto arzobispo que al Señor de Pasión sólo le faltaba respirar… En estos días lloraría si pudiera. La presunción de inocencia no es la excusa para agarrarse a un cargo, se es Hermano Mayor para lo bueno y lo malo, y con esa dignidad y humildad debe llevarse el cargo. La presunción de inocencia no se compra, por más que este señor intente pagarla. La presunción de inocencia no puede evitar que la gente viva, respire, lea, piense, opine. La presunción de inocencia no puede silenciar a todos los medios, por más amigos que se tengan.

Cuando en Sevilla hace sol, es incomparable… Cuando en Sevilla se pone a llover, diluvia como si el mundo se acabara… Cuando en Sevilla hace calor, faltan colores para las alertas… Cuando en Sevilla huele a podrido, ni en Dinamarca nos superan…

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...