Creo que muchos periodistas no se han dado cuenta de lo poco original que resulta a estas alturas titular sus informaciones, análisis y opiniones con el binomio tragedia y Grecia. Cualquier medio que se precie ya ha hecho su jueguecillo de palabras, y ser original a estas alturas parece poco probable.

El ser humano en general, y la profesión periodística en particular, tiende a idealizarlo todo. La escritura se presta gratamente a ello. Sentarte a teclear te posibilita dar rienda suelta a una visión de las cosas que se pretende atractiva. Tal vez por eso, a los titulares de las tragedias griegas, les suele acompañar alguna pequeña referencia a la paradoja de que esto ocurra en Grecia, cuna de la democracia. Haciendo el símil a la sevillana manera, eso debe ser lo que para un pregonero rancio es destapar el tarro de las esencias. Nadie parece tener interés en recordar que la democracia griega, por mucha cuna que fuera, era un sistema que más allá de la belleza semántica del término, era clasista, patriarcal, sesgada, con una participación reducida que escandalizaría hoy día a cualquiera que lo viera aplicado en el mundo contemporáneo. Pero gusta manejarse en estos términos porque es como la exhibición ridícula de un pavo real ante un público que gracias a twitter y sobre todo, a los programas de la Sexta, se cree casi politólogo. Este último caso, el de los programas televisivos, me causa una especial inquietud, sobre todo los debates. ¿Han probado a observar los debates de forma abstraída? Yo sí, y con todo el respeto a la audiencia, empiezo a ver poca diferencia entre estos espacios y Sálvame con cualquier tipo de apellido. La temática y trayectoria de la tertulia es distinta, hasta ahí claro, pero la dinámica es tan sumamente parecida que da escalofríos. El griterío, la dinamización de los temas, los enfrentamientos, los roles… lo dicho, miedo.

Volviendo al país heleno, no seré yo quien ofrezca una sesuda disertación sobre lo ocurrido, mi dispersa mente no se presta a ello. De hecho, lo más llamativo que he conocido en estos días no ha sido nada referente al euro o la Troika. Lo curioso para mí, ha sido saber que el último referéndum acaecido en el país fue el que mandó a la familia de doña Sofía a hacer las maletas. Durante años, la reina madre o como quiera que se la llame ahora, ha deslizado en sus entrevistas y conversaciones, un cuento de triste exilio que pretendía despertar una pena digna de un relato de Dickens;  como si la pobre familia destronada hubiera sufrido un drama comparable al de Luís XVI o el Zar Nicolás II. Tampoco seré yo quien defienda a estos dos, pero es que en el caso que nos ocupa, fue el pueblo soberano mediante sufragio, quien con una aplastante mayoría, invitó a la familia real a salir por piernas… ¡Toma ya con la cuna de la democracia!

Y ahora, tras este referéndum igual de histórico, todo el mundo sabe decir «Sí» y «No» en griego y Varoufakis dimite a lo víctima de la democracia… ¿A nadie le recuerda a alguien? El Sócrates moderno, menos dramático pero conceptualmente parecido, se inmola por el bien del pueblo y de los procesos democráticos. Lindo final de acto para la tragedia sí. Aquí éramos más de repartir café y que nadie se enfade, allí la cicuta sigue estando más de moda… Esperemos al siguiente acto, a ver que nos trae; análisis de la cuestión no nos van a faltar.

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...