Contra lo que vaticinaba Curro Pérez, uno de los grandes iluminados de la política local, el PP representado por Juan Ignacio Zoido abandonó el bastón de mando.

No se ha destacado este regidor por la retórica de sus discursos, y no fue el del sábado una excepción, aunque viendo el papel que hicieron Teófila Martínez y Esperanza Aguirre en sus respectivos consistorios, casi me quedo de buena gana con la mediocridad de sus palabras.

Quien tenga amistad con alguien de las filas de la gaviota o votante del citado partido, habrá oído al menos alguna vez la retahíla que empieza a ser habitual: La ciudadanía es ingrata, Zoido ha saneado las cuentas, no se ha valorado su gran labor interior, sevillanía desagradecida y chaquetera…

Tal vez vendría muy ad hoc aquello que dijera Honoré de Balzac de: «La ingratitud proviene, tal vez, de la imposibilidad de pagar».  Y es que Zoido prometió tanto y tan incansablemente, hizo tantos brindis al sol e incluso a la sombra, que sus palabras y sus hechos lo han devorado, o más concretamente, ha sido víctima de sus abundantes palabras y sus deslucidos hechos, sin entrar en el tema veladores. No sólo le ha dado la razón a quienes no lo votamos y no esperábamos mucho del de Montellano; es que también ha defraudado a un puñado significativo de personas que sí creían en él para terminar con muchas situaciones precarias de esta ciudad que Juan Ignacio, en cuatro años, ni ha sabido parchear.

Pero se ve que la decepción recorre un camino bidireccional y el ex alcalde, que se niega a abandonar esta condición en su nombre de twitter, también se siente defraudado; no sólo con la ciudadanía sino con todos aquellos que creía afines y que empiezan a demostrarle algo muy opuesto al cariño… Periodistas, empresarios, personal del Ayuntamiento… Incluso ha causado extrañeza la presencia de Asenjo en el salón Colón, y no es para menos pues según parece la invitación estaba más relacionada con Susana Díaz que con otra cosa.

Nadie dijo que fuera fácil, tampoco dijo nadie que quien te vota tenga que hacerlo siempre, y mucho menos está escrito en ninguna parte que la ingratitud ciudadana no sea lícita; sin ella, tal vez, Juan Ignacio no habría disfrutado de cuatro años de alcaldía que a juzgar por lo aumentado en el contorno… eso, que han sido disfrutados vaya.