Un chico, que no es Leonardo Di Caprio, emula su azarosa vida en la película «Atrápame si puedes» y se cuela en cualquier acto oficial que se ponga a tiro… La historia merece una canción como aquella que Sabina le hizo al Dioni: «Con un par».

No es políticamente correcto, pero esta clase de golfos suelen despertar cierto cariño, cierta admiración respetuosa por haber hecho algo con lo que todos y todas hemos podido fantasear pero para lo que siempre nos ha faltado valor o poca vergüenza. Robar un camión blindado y pulirse el dinero en Sudamérica formaba parte del sueño de muchos «telespañolitos» ochenteros que empezaban a agobiarse con todo este trabajoso mundo que Europa, la democracia y las multinacionales nos implantaban.   Hoy día, refinados en el tecnócrata sueño burgués, cansados de ver ladrones de respetabilidad pública y trajes implacables, el sueño es más parecido al que materializó el pequeño Nicolás. Ir en coche oficial a darle la mano a Felipe VI, riéndote para tus adentros por haber logrado una proeza que ridiculiza bastante al sistema de metacrilato que nos estructura.

En la película antes mencionada se dice una frase que casi explica todo: «Tu eres quien la gente cree que eres».   Hace mucho que pienso que hay políticos, empresarios y personajillos de mediopelo que se aplican esto y son lo que son porque los demás lo creemos o aparentamos creerlo.

Ana mato simula que es ministra. Ella se pasea con su cartera, comparece de higos a brevas y comenta cosas como que se ha reunido, que ha consultado… La verdad es que su charada cada día se sostiene menos pero supongo que habrá alguno en el PP que aún sea capaz de creerse el papel de esta señora; Soraya no, pero alguien habrá que si.

Velázquez, el entrenador del Betis, decía que era entrenador. No mucha gente lo creyó… a día de hoy puede que nadie y casi me queda la duda de cuantos tertulianos futboleros de barra fija habrían sido capaces de aguantar más tiempo que él simulando que sabían lo que hacían y que merecían sentarse en ese banquillo.

Podría seguir enumerando personajes que viven de hacer creer lo que quieren ser. Podría dar nombres más concretos, de gente de a pié, gente que probablemente se ciscaría en mis difuntos por semejante atrevimiento, así que tal vez sea más prudente frenar a tiempo…

Sevilla es una tierra fértil en generar este tipo de personajillos capaces de aparentar una vida de mentira. De hecho, es casi sorpresivo que Nicolás no sea de aquí, aunque claro, tal vez hemos refinado tanto la cosa que precisamente, si el chico hubiera sido sevillano, no lo habrían cogido.

 

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...