«El nacionalismo es una enfermedad infantil, es el sarampión de la humanidad.» Dijo esto y se quedó tan alegre. Les hablo de Albert Einstein, que por cierto era un machista y un falócrata, pero vamos a dejar eso correr hoy por centrarnos en lo acertado, o no, de esta afirmación.

Los gabachos tienen que empezar a redibujar su mapa, que por cierto, España es la piel de toro, Italia la bota y Francia, ¿es algo?  A mí la verdad es que no se me viene ahora mismo ningún parecido con ese mapa. Sea como fuere, Monsieur Hollande ha hecho cuentas, ha visto que le sobran provincias, políticos asalariados, funcionarios municipales, vamos, un descoque, y con las mismas se ha puesto a agrupar, fusionar, incluso si quieren aquello tan andaluz de «arrejuntar» y de veintidós regiones se ha quedado con trece, y esto lo ha hecho en el impresionante periodo de tiempo de dos meses. Ni Luís XIV ni Napoleón, este hombre si que le ha echado arrestos a la cosa, sí señor.

El martes parto a Toulouse y superado el miedo inicial de que me cambien el mapa de buenas a primeras, (a la reforma le quedan algunos trámites para ser efectiva), me he puesto a considerar lo acertado que puede ser un cambio así y lo complicado que sería aquí.

Imaginen por un momento, solo por uno, que aquí algún presidente o presidenta, no nos cerremos a nada, va y plantea que nuestro actual sistema de división territorial sale caro, que sale muy caro por cierto, y que por el bien común de la patria y los patriotas aquí hay que arrimar el hombro y cogerse de la manita.

El revuelo sería tan impresionante que podríamos batir el record de discursos  gilipollas pronunciados en periodo democrático. Identidad histórica, nacionalismo, tradicionalismo-, Isabel la Católica, fueros, Jaime I, regionalismo y más peroratas que podrían tener su parte de razón pero que resultan poco prácticas en el siglo en que nos encontramos. Los franceses, que son algo menos hipócritas que nosotros, se han ahorrado en gran medida estas zarandajas y han hablado claramente de lo que a la mayoría de políticos nacionalistas les importa, aunque en España ninguno lo admita, el parné.

Regiones poderosas económicamente se han mosqueado al verse obligadas a fusionarse con alguna hermana pobre y cosas así. A nadie le gusta bailar con la más fea y hay que admitir que Bretaña, entre otras cuatro regiones, no ha consentido que la casen con nadie. Es curioso lo de los bretones porque estos verdaderamente tienen un carácter identitario propio, eso que los antropólogos llaman etnicidad, pero ni siquiera han empleado mucho ese caballo de batalla.

Pudiera ser que los vecinos ya sean niños grandes y hayan dejado el sarampión atrás. Parecen haberse tomado esto como deberíamos tomarnos en España una reforma similar, porque probablemente algo así sería mucho más productivo que cualquier chorrada de esas que se le ocurren al señor Mas en los días de aburrimiento.

Defiendo y defenderé siempre que los andaluces tenemos identidad propia, una muy marcada y diferenciada que el franquismo intentó arrancarnos y ridiculizar, como bien defiende Isidoro Moreno, pero administrativamente y con la que está cayendo tal vez en España nos vendrían bien algunos reagrupamientos, aunque solo fueran entre municipios.

Al fin y al cabo dudo mucho que por ejemplo, los aquitanos vayan a perder costumbres o tradiciones con este cambio, pero a nivel estrictamente de gestión, saldrán ganando como ya se ha demostrado en el caso alemán, danés y algún otro de la Europa que mejor soporta la crisis… Paises con otra mentalidad y me parece que con el sarampión muy superado también. Ojalá fuera verdad el refrán y viendo las barbas del vecino de esta guisa el barbero nos garantizara que luego se va a pasar por nuestra casa.

 

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...